Un estudio que abarca 20 años de observaciones a las galaxias vecinas de la Vía Láctea acaba de meter en problemas a una de las hipótesis más creativas sobre la naturaleza de la materia oscura. Los últimos dos trabajos publicados en Astrophysical Journal Supplement Series y Nature, abonan evidencia en contra de la idea de que la materia oscura y los agujeros negros más antiguos sean dos caras de la misma moneda.
En las últimas décadas, los astrofísicos han concluido que en el universo conocido existe más masa de la que podemos ver. El movimiento, la gravedad y la integridad de la estructura de las galaxias no pueden explicarse solo con la totalidad de los cuerpos visibles que alberga. Para resolver este enigma, propusieron una solución: existe una clase de materia que no está compuesta por las partículas conocidas, que es indiferente ante la radiación electromagnética y que, sin embargo, influye gravitacionalmente. A esta sustancia teórica se le ha llamado ‘materia oscura’.
Hasta ahora, los cálculos sugieren que el 70% de la materia total disponible en el universo pertenece a la categoría ‘oscura’. El 30% restante corresponde a todas las partículas que los seres humanos pueden rastrear. Más allá de la incógnita sobre su composición, una de las preguntas clave en torno a la teoría de la materia oscura es su ubicación. Aunque los científicos generalmente afirman que está “en todas partes”, aceptan que es posible que se encuentre en forma de nebulosas, con regiones donde su proporción sea mayor o condensada en puntos específicos.
El telescopio Euclid solo ha acumulado 24 hora seguidas de observaciones netas, pero ya ha ayudado en 10 descubrimientos y revisado 17 objetos estelares.
¿Dónde está la materia oscura?
En los últimos años, ha resonado una interpretación sobre la materia oscura. Estas partículas podrían no estar en forma de nubes o partículas flotantes, sino contenidas en agujeros negros. Después de todo, la composición al interior de estos peculiares fenómenos gravitacionales es en sí misma un área desconocida para la ciencia. Un modelo propuesto por la Universidad de Yale, la Universidad de Miami y la Agencia Espacial Europea sugiere que toda la materia oscura está organizada dentro de una clase especial de agujeros negros que surgieron poco después del Big Bang.
Estos objetos no serían estructuras colosales y únicas como el agujero negro Sagitario A* que está en el centro de la Vía Láctea. Deberían ser comunes, con una masa equivalente a 1.4 veces la del Sol. Bajo esta perspectiva, no sería necesario pensar en la materia oscura dispersa como una capa que permea las galaxias, sino como “cápsulas” distribuidas desde el principio de todo.
La existencia de los agujeros negros primordiales se propuso en la década de 1950, pero solo con la llegada de los detectores de ondas gravitacionales fue posible comenzar a buscarlos. Estos instrumentos detectan cómo se perturba el tejido espacio-tiempo luego de eventos cósmicos extremadamente violentos, como la colisión de agujeros negros. estar perturbaciones se llaman ondas gravitacionales, y son análogas a las ondas que se propagan en la superficie de un lago cuando arrojamos una piedra en él. Análisis recientes de ondas gravitacionales han revelado una población de agujeros negros que no se comporta de manera a los que otros métodos de rastreo ya habían detectado en la Vía Láctea. Una posible explicación es que estos agujeros negros son primordiales y están compuestos de materia oscura.
El halo estelar compuesto de materia oscura está inclinado, en consecuencia, la Vía Láctea perdió su forma plana.
La Vía Láctea debería tener agujeros de materia oscura
Si los agujeros negros primordiales y la materia oscura son lo mismo, entonces la Vía Láctea debería albergar muchos de ellos en su halo. Afortunadamente, los científicos han encontrado una forma sencilla de detectar cuerpos muy densos e invisibles en el espacio: las lentes y microlentes gravitacionales.
En el espacio, la luz sigue una línea tan recta como le sea posible. Ahora bien, los objetos masivos curvan el espacio mismo y, por lo tanto, también la trayectoria de la luz. Estos objetos (entre más masivos, más evidente es) tienen una influencia gravitatoria que hace que los rayos de las estrellas más lejanas se desvíen de lo que sería una línea recta en un plano. Este fenómeno físico natural hace que objetos muy grandes actúen como “lupas” en el espacio que ayudan a ver cuerpos que, de otra forma, no serían visibles. Para resumir: un objeto masivo curva el paso de la luz y si detectamos la luz de un objeto que presenta características de haber sido curvada, podemos inferir que la estamos viendo bajo los efectos de alguna lente gravitacional en su camino. Lo interesante es que no es necesario que la lente misma sea visible o emita luz, sino que solo es necesario que tenga masa, por lo que tanto agujeros negros como cúmulos de materia oscura podrían servir como lentes de gravedad.
Esta información pertenece a su autor original y se encuentra disponible en: https://es.wired.com/articulos/hipotesis-que-unia-agujeros-negros-con-materia-oscura-recibe-golpe