Escocia está desesperada por los ciervos que destrozan sus bosques y piensan en una medida extrema: reintroducir a 167 lobos

Desde hace varios siglos atrás, los lobos han sido perseguidos por pobladores europeos. A fin de salvaguardar la ganadería, desde el año 1272 el rey Eduardo I de Inglaterra ordenó su erradicación. La orden se heredó hasta 1427 con el rey Jacobo I de Escocia y Enrique VII por allá de 1500. Fue hasta hace 250 años, aproximadamente, que se dio su desaparición definitiva.
Pero ¿por qué erradicar a los lobos de su hábitat es una mala idea? Respuesta rápida: consecuencias en el desequilibrio del ecosistema. Con años y años en búsqueda de su erradicación, la falta de este animal en Escocia trajo consigo la sobrepoblación de ciervos rojos. ¿El problema? Destrozan los bosques al alimentarse de jóvenes brotes de árboles. ¿La solución? Reintroducir a 167 lobos, su depredador natural.
Tal como arrojó un estudio realizado por la Universidad de Leeds, se espera que introducir nuevamente a los lobos en las Highlands de Escocia pueda contribuir paralelamente a dos beneficios: la expansión de los bosques nativos y el almacenamiento de dióxido de carbono. Consecuentemente, esto también podría beneficiar significativamente a los objetivos climáticos nacionales.
A través de un modelo predador-presa de Markov se analizaron los efectos de la reintroducción de la especie dentro de la dinámica ecológica escocesa. Así, se buscará la reducción de los ciervos por metro cuadrado y ello permitirá que los árboles crezcan de manera natural. Consecuentemente, esto puede propiciar la expansión de los bosques.
Además, según los investigadores, la presencia de un solo lobo en un ecosistema podría ayudar a capturar hasta 6,080 toneladas de dióxido de carbono cada año. Esto significa que, gracias a su impacto positivo en el medio ambiente, cada lobo podría tener un valor estimado de unas 154,000 libras esterlinas, si se traduce ese beneficio en términos económicos basados en el valor del carbono.
En este sentido, el profesor Dominick Spracklen, quien lideró el estudio, señaló que no podemos tratar por separado el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Según él, es fundamental enfrentar ambos problemas al mismo tiempo. De esta manera, apoyar los procesos naturales puede ser una forma eficaz de sanar ecosistemas dañados al ayudar tanto a la naturaleza como al clima.
“Hay un reconocimiento cada vez mayor de que las crisis del clima y la biodiversidad no se pueden gestionar de forma aislada».
Claro está que una idea así no es nueva. Ya hemos visto diversos casos como los de Japón o Estados Unidos donde se ha buscado exterminar animales con ayuda de sus respectivos depredadores. No obstante, lo particular de este caso es el cuidado que se debe de tener con los lobos debido a la cercanía de zonas ganaderas, de agricultura y asentamientos humanos.


Por otro lado también se encuentran los conflictos de interés. Esto relacionado con los cazadores de ciervos, quienes apelan como daño colateral su actividad debido a la reducción de sus presas. Esto incluso se suma al ya planteado esquema de incentivos destinados a cazadores. Básicamente, se les pagará por cazar 250,000 ciervos a fin de sustentar el equilibrio ecológico.
Con más de 400,000 ejemplares de ciervos y alrededor de solo un 4% de cobertura de bosques autóctonos en Escocia, resulta imprescindible una estrategia para repoblar las zonas. Pese a tal escenario, Richard Bunting, portavoz de Trees for Life y Rewilding Britain, expresó que es necesario el «compromiso sustancial de las partes interesadas y de los ciudadanos» antes de considerar una reinserción del lobo.
De seguir adelante, solo es cuestión que no resulte contraproducente dicho plan.
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