El club de golf más poderoso gastó millones para comprar una colonia. No pudo con la resistencia de una anciana

Durante décadas, un prestigioso club de golf estadounidense ha llevado a cabo una ambiciosa y discreta campaña de adquisición de tierra. En la ciudad de Augusta, Georgia, donde el valor promedio de una casa no rebasa los 125,000 dólares, el Augusta National Golf Club ha destinado al menos 200 millones de dólares a comprar más de 100 propiedades con el objetivo de transformar la zona que rodea el club para convertirla en una extensión de su estética controlada, elegante y exclusiva.
Para hacer realidad su proyecto, Augusta National no ha dudado en ser generoso e incluso ha quintuplicado el valor de las propiedades con tal de no recibir un «no» por respuesta. No obstante, una modesta vivienda de tres habitaciones ha resistido durante años a sus ofertas millonarias. Su dueña es una mujer de 92 años llamada Elizabeth Thacker, la última residente en pie en una zona que ha sido transformada en estacionamientos y jardines impecables por el club sede del torneo Masters.
La casa donde el dinero no alcanza
La propiedad ubicada en el 1112 de Stanley Road no se vende. Allí Thacker ha habitado por más de medio siglo. Junto a su difunto esposo, Herman, criaron a sus hijos y vieron crecer a su nieto el golfista profesional Scott Brown. Aunque la familia vendió otra propiedad al club por 1.2 millones de dólares, esta casa representa algo que no se puede comprar. «El dinero no lo es todo«, dijo Herman en 2017. Palabras que Elizabeth ha honrado hasta el día de hoy.
El club ha intentado adquirir la vivienda en repetidas ocasiones a lo largo de los años. Muchas de las viviendas a su alrededor ya han sido demolidas y reemplazadas por estacionamientos, así como por espacios vacíos a la espera de futuras construcciones. De hecho, justo frente a la casa de Thacker hay un terreno sin pavimentar que funciona como estacionamiento para los asistentes al torneo. La casa de Elizabeth es como una isla que resiste una marea que todo lo compra y lo transforma.
La ubicación de la casa de Elizabeth Thacker.
La “otra” Elizabeth
Pero la casa de los Thacker no está sola en su cruzada. A poca distancia, Rebecca Freeman, de 81 años, también se ha negado a vender su casa, aunque su estrategia es distinta. Sabe que Augusta National acabará por querer su propiedad y, mientras tanto, espera. “Cuando estén listos para quedarse con las que quedan, subirán el precio”, dijo al Wall Street Journal.
Lo cierto es que la presencia de estas dos mujeres no es solo resistencia inmobiliaria: es un acto de tenacidad. Un recordatorio de que no todo puede ser comprado, al menos no todavía. La hija de Thacker lo resume con orgullo: “Sí, todavía es nuestra. Y sí, mamá todavía vive allí. Tiene una voluntad de hierro”.
En estos tiempos en lo que muchos países se enfrentan a la gentrificación, el desplazamiento, y en el cual todo parece tener un precio, la historia de Thacker se ha convertido en un recordatorio de que hay cosas cuyo valor no puede contarse con billetes. Mientras los asistentes al Masters pasan frente a su puerta sin saberlo, la mujer que se negó a vender sigue allí, fiel a las palabras de su marido: «el dinero no lo es todo«.
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