El misterio del ajolote ‘invisible’ de Xochimilco: el censo no halló ninguno, pero la ciencia prueba que siguen ahí

El programa del Laboratorio de Restauración Ecológica y el LANCIS (Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad) hacen mediciones puntuales cada mes en los lugares donde se encuentran las chinampas-refugio y fuera de ellas para comparar.
“La calidad del agua es mucho peor en lugares donde no hay una chinampa-refugio. El seguimiento muestra una diferencia significativa en cuanto a presencia de algunos contaminantes y microorganismos. Esto es clave, porque al ser chinampas con vocación de producción de alimentos, queremos asegurar que el agua de riego no contenga microorganismos dañinos para el humano”, explica Vania Mendoza.
Por otro lado, los ajolotes son especies indicadoras. Son muy sensibles a la calidad del agua, a la cantidad de oxígeno disuelto y a los cambios de temperatura. “Si encontramos ajolotes, o incluso renacuajos de otras especies de anfibios, en zonas preservadas, eso nos habla de la buena calidad del agua. Y dentro de las chinampas-refugio siempre encontramos ranas o renacuajos, lo que indica directamente una mejor calidad del agua dentro de los refugios que fuera”, dice Mendoza.
«Restaurar Xochimilco no es solo un tema científico —se trata de reflexionar cómo vivimos en las ciudades y del poco espacio que dejamos para que la naturaleza prospere», comenta la Dra. Esther Quintero, Directora Técnica de Conservación Internacional-México.
Actualmente hay 21 chinampas-refugio activas, pero el potencial es sistémico. Un Xochimilco restaurado no solo es el único futuro posible para el ajolote; es una pieza crítica de infraestructura verde para la Ciudad de México, capaz de regular el clima local y producir hasta una cuarta parte de las hortalizas de la metrópoli.
Hace 10 años comenzaron con los experimentos en los refugios, exploraron con las plantas, con algunos ejemplares, con distintos filtros, a la par que ofrecían soluciones a los chinamperos, para que eviten usar agroquímicos, y en su lugar usen compostas, y abrir mercado para que los agricultores puedan vender sus productos. “Trabajamos con los chinamperos, restauranteros y vecinos de Xochimilco para restaurar no solo la parte biológica, sino la parte socioeconómica en una ciudad de 20 millones de habitantes que quiere los resultados rápidos, con un gobierno que lo último que le interesa es el medio ambiente”, dice el doctor en Ecología.
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