Andrés Cota Hiriart: “No somos individuos, somos ecosistemas andantes”

Esa experiencia te inculca una certeza: una patología mental nunca afecta a una sola persona, sino a todo su núcleo familiar y social. El problema es que nuestra visión colectiva sigue anclada en el estigma. Todavía domina la necesidad de esconderlo, tal como mi abuela ocultó sus primeras alucinaciones por miedo a que la llamaran loca. Ese silencio consume a la persona por dentro.
Para cambiar esto, debemos dejar de tratar la enfermedad mental como una deformidad que hay que ocultar. La solución es lo opuesto al aislamiento. En lugar de la reclusión, que es en sí misma desquiciante, el camino es la integración: el trabajo, las responsabilidades, el arte y, sobre todo, la conexión social. La esquizofrenia no tiene por qué ser incapacitante. Muchas personas con cuadros agudos podrían llevar vidas plenas y productivas si les diéramos la oportunidad. El cambio real está en cómo los vemos y cómo los tratamos
WIRED: Liternatura, ¿por qué elegiste este formato para hablar de parásitos y bacterias? Pero más bien te quiero preguntar, ¿qué te permite la literatura que no te ofrece un paper científico o el periodismo?
Andrés Corta: La literatura tiene propósitos distintos a los de un texto científico; su intención es estética, narrativa y de exploración del lenguaje. El objetivo principal de la ‘liternatura’ o nature writing es crear obras —ya sean novelas, poemas o ensayos— que funcionen primero como buena literatura. El hecho de que traten sobre la naturaleza, ofrezcan una visión crítica del ser humano o narren las historias de otros organismos es su característica distintiva. Ahí radica la diferencia fundamental con la divulgación científica. Mientras la divulgación busca principalmente informar, la liternatura busca conmover y generar una reflexión estética. No toda obra de este género es didáctica; un poema puede existir por su belleza y, aun así, transformar nuestra percepción de la naturaleza.
Personalmente, me atraen las historias donde el ser humano no es el protagonista, donde el centro lo ocupa un paisaje, un río u otra especie. El ejemplo del ajolote es perfecto: me parece un error buscarle rasgos humanoides. Su verdadero valor no está en cómo se parece a nosotros, sino en lo radicalmente diferente que es. Es la posibilidad de otro tipo de vertebrado, y por eso es fascinante: nos cuenta algo sobre el mundo, no sobre nosotros mismos
WIRED: Has mencionado que una de tus motivaciones es combatir el antropocentrismo. Después de este viaje al interior, ¿cuál crees que sea la lección más importante que te enseñaron estas fieras interiores o lo que nos enseñan de nuestro lugar en el mundo?
Andrés Cota: La lección más importante es que no somos nada, apenas simples contenedores. Solemos pensar en los depredadores como los reyes de la naturaleza, pero es un error. Quienes realmente moldean los ecosistemas y mantienen las poblaciones a raya son los parásitos y los patógenos.
La prueba más clara la vemos en las especies invasoras. Un pez león en el Caribe o un pitón en Florida se convierten en plagas devastadoras no solo por la falta de depredadores, sino, fundamentalmente, porque llegan sin los patógenos y parásitos de sus ecosistemas nativos que normalmente controlarían su expansión.
Cuando aceptas que los parásitos son los que realmente mecen los hilos, la pregunta es inevitable: ¿quién comanda el juego? A veces pienso que si existiera un Dios, tendría que ser el parásito supremo, o bien, una mente increíblemente retorcida. La idea se vuelve aún más vertiginosa con los parásitos que controlan la mente de sus hospederos. Es un juego de matroshkas invertido: un protozoario que habita en un animal puede estar siendo guiado por una bacteria que vive dentro de él, y esa bacteria, a su vez, por un virus. Al final, te quedas con una pregunta inquietante: en este juego de contenedores, de ‘fenotipos expandidos’ que somos sin saberlo, ¿quién se está saliendo realmente con la suya?
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