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La lucha mexicana contra el maíz transgénico no ha concluido

La reforma constitucional consolida lo que la Demanda Colectiva Maíz, compuesta por 22 organizaciones y 53 personas, se había propuesto en 2013 con un litigio estratégico para frenar la siembra de maíces transgénicos con fines comerciales en México, marcando un precedente en la defensa de la biodiversidad, los derechos colectivos y la soberanía alimentaria.

Este tipo de maíz, alterado en laboratorios para ser más resistente a plagas y herbicidas, “puede provocar contaminación genética irreversible en las variedades nativas, amenazando la biodiversidad del maíz mexicano. Además, estas semillas suelen estar asociadas al uso de agroquímicos tóxicos, como el glifosato, y a prácticas controladas por corporaciones transnacionales. Su presencia en la alimentación, sin estudios concluyentes sobre sus efectos, pone en riesgo la salud y la soberanía alimentaria”, aseguró la socióloga María Leticia López Zepeda, líder en esta acción legal y exdirectora de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC).

Los agrotóxicos: otra trinchera en el combate

El 4 de septiembre, el Gobierno de México anunció un decreto que prohíbe 35 plaguicidas altamente tóxicos, desde su producción o importación hasta su aplicación en el país. La última vez que se vetaron productos similares fue en 1991.

No obstante, académicos e investigadores de la Red Temática de Toxicología de Plaguicidas, así como otros grupos interesados en la salud pública como la Red ESPESIES, emitieron un pronunciamiento en el que señalaron que “los plaguicidas incluidos en la lista corresponden, en su mayoría, a moléculas obsoletas, retiradas de mercados internacionales desde hace años”.


Mujeres de distintos pueblos de la provincia de Buenos Aires son las protagonistas de una lucha, no solo contra el poderoso negocio de los agrotóxicos, también contra el sistema que ampara a estas empresas multinacionales. Junto a sus familias, estas mujeres han sido envenenadas: han desarrollado enfermedades respiratorias, alergias y hasta cánceres por estar expuestas a fumigaciones constantes. Esta ha sido su respuesta.


Para estos colectivos, el decreto no representa un cambio sustancial. Sostienen que “más de 200 plaguicidas clasificados como altamente peligrosos siguen vigentes en México, con evidencia científica que vincula su exposición con efectos adversos en la salud humana, como cáncer, alteraciones endocrinas, daños neurológicos y reproductivos. Además de impactos severos en la biodiversidad y los ecosistemas”. Por ejemplo, el grave problema de la muerte masiva de abejas en México por fipronil y otros plaguicidas.

El uso de fertilizantes químicos, pesticidas y técnicas avanzadas de riego, trajo consigo una serie de consecuencias devastadoras. En México, el 56.7% del territorio presenta algún grado de degradación del suelo, de acuerdo con datos publicados en junio de 2025 por la Comisión Nacional de Zonas Áridas (CONAZA). Esta situación, “intensificada por el cambio climático y la sobreexplotación de los recursos naturales, compromete la producción agrícola, el acceso al agua y la viabilidad de los medios de vida rurales”, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).

La “optimización” o “modernización” de las semillas, que comenzó en la década de los noventa, transformó un cultivo respetuoso con la tierra y sus ciclos en un método científico de “mejoramiento” que utiliza procesos de alimentación externa, haciéndolos dependientes de insumos, como los fertilizantes y agrotóxicos, “lo que pone en riesgo la salud y disminuye su calidad nutritiva”, remarca María Leticia López.

Las opiniones a favor de la ingeniería genética

Científicos que defienden la producción de organismos genéticamente modificados, como Feng Zhang, miembro principal del Instituto Broad del MIT y Harvard, aseguran que “utilizar CRISPR-Cas9 para seleccionar o suprimir las características deseadas en un genoma es casi tan sencillo como editar un documento en Microsoft Word en una computadora”.

Aunque esta técnica, que modifica el ADN para que una especie exprese las características deseadas, es sumamente rápida, “probablemente tendrán que pasar varios años antes de que comiencen a materializarse sus beneficios para los pequeños productores”, dijo Kevin Pixley, director del Programa de Cultivos de Secano (DCP) del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), en reuniones sobre el tema.

En resumen, la agricultura mexicana se encuentra en un terreno de disputa entre dos modelos difíciles de armonizar: el agroecológico, que busca el mejoramiento del maíz a partir de prácticas que combinan los saberes ancestrales con los científicos, recuperando la biodiversidad y la salud alimentaria; y el biotecnológico, que busca una resistencia inducida por técnicas de ingeniería genética, sin medir el impacto ambiental que ocasiona y fomentando una industria que históricamente ha beneficiado los intereses económicos de las grandes corporaciones.

En un mundo donde el ánimo desenfrenado por producir y consumir a escalas industriales ocasiona daños irreparables, quizá la evolución depende ahora de la forma en la que nos vinculamos con la tierra y sus procesos naturales. Así fue como se domesticó hace siglos el teocintle, el ancestro silvestre del maíz, en Mesoamérica: el alimento primordial que los dioses dieron para sostener a la humanidad, según narra el Popol Vuh.

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Esta información pertenece a su autor original y fue recopilada del sitio https://es.wired.com/articulos/la-lucha-mexicana-contra-el-maiz-transgenico-no-ha-concluido

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