The Beast fue el reencuentro que estuve esperando por años con un género que extrañaba

La saga Dying Light es una que salió justo después del auge de Dead Island. Ambos juegos fueron desarrollados por el mismo estudio, Techland, solo que este último se enfocó más en el parkour y la acción con verticalidad, un género poco explorado que recuerda a los buenos tiempos de lanzamientos como Mirror’s Edge y Left 4 Dead. A poco más de tres años de su último lanzamiento, llega un nuevo título que es directamente una secuela de Dying Light pero precuela de Dying Light 2.
Un juego que estaba pensado como un DLC del ya mencionado Dying Light 2 y que creció tanto que se convirtió en un título independiente. Hablamos de un juego que trae de vuelta eso que hizo grandiosa a esta saga y que poco a poco estaba quedando en el olvido tras mecánicas que no terminaron de cuajar en su secuela.
Ya no buscamos una cura, ahora buscamos venganza
Este juego transcurre 13 años después de los acontecimientos del primer Dying Light, específicamente de su DLC, para concluir con la historia de Kyle Crane, el personaje que controlamos en los inicios de esta franquicia para dar con la cura de la infección que está convirtiendo a todos en zombis. Sin embargo, este fue atrapado por el GRE, para hacer experimentos con él durante esos trece años. Tras la llegada de un nuevo huésped para hacer dichos experimentos, nuestro protagonista logra escapar para darse cuenta de que se está convirtiendo en un espécimen hecho con células del virus en cuestión, convirtiéndose en “la bestia”.
Una de las cosas que hace el título es ponernos de inmediato en contexto, y es que antes de comenzar a jugar tenemos la opción de ver un resumen de los acontecimientos previos en Dying Light, por lo que podemos conocer cómo terminó Kyle Crane encerrado, así como cuál era su objetivo principal. Ahora, el juego nos transportará a una nueva locación, Castor Woods, un lugar turístico rural en las montañas inspirado en los Alpes suizos.
Dicha locación, al igual que las que exploramos en juegos previos, está repleta de infectados, los cuales no dudarán en acecharnos y querer capturarnos en cuanto se presente la oportunidad. Pero gracias a la científica Olivia, podemos darnos una nueva oportunidad aprovechando las nuevas habilidades que obtenemos al estar expuestos a muchas experimentaciones.
Aprende de los juegos anteriores


Este juego rescata lo mejor de sus entregas anteriores y lo mejora para una experiencia de parkour y acción más refinada. Si bien el primer Dying Light se sentía fresco a la hora de correr, saltar y atacar a los infectados sin perder el ritmo, esto es algo que se perdió un poco con Dying Light 2. Aquella secuela perdió un toque de ese frenetismo tan característico, aunque el gancho tuvo potencial en ese sentido.
Sin embargo, Dying Light: The Beast aprende de sus juegos previos y nos ofrece una experiencia completamente frenética que, en primer lugar, no es fácil de dominar. En segundo lugar, da una gran gratificación recorrer el mapa saltando y esquivando a cada uno de los infectados mientras nos abrimos paso en esa ciudad hostil.
Pero no podemos hablar de lo bestial que es sin mencionar el tema de las armas, uno de los apartados más espectaculares de la franquicia y que nuevamente nos trae un sistema de creación y modificaciones para darnos ese toque único en nuestra partida. Esto se traduce en un sinfín de arsenal tanto cuerpo a cuerpo como a distancia, los cuales podemos crear, modificar o mejorar con recursos que vayamos consiguiendo, siendo este uno de los pilares para la progresión del personaje.
Kyle Crane ya no es un tipo rudo, ahora es la bestia


La premisa del título es que nos convertimos en lo que juramos destruir, uno de los experimentos del GRE que ahora posee un “modo bestia” para abatir a diestra y siniestra a los enemigos. Este se activa una vez cargada su barra, que se va incrementando para usar conforme vayamos peleando. Una vez activada, tenemos un tiempo de invulnerabilidad durante el cual podemos realizar ataques tanto básicos como fuertes, así como el uso de habilidades que iremos desbloqueando.
El árbol de habilidades, tanto en modo normal como en modo bestia, se incrementa con mejoras en el plataformeo, parkour y ataques. Aunque no es tan profundo como se había pensado, sirve para tener una progresión del personaje a lo largo de nuestra aventura.


Si jugaste los títulos anteriores, sabes que su dificultad va en ascenso, sea cual sea la opción que escojas al comenzar la partida. Contamos con tres opciones, que van desde una en la que los enemigos son más fáciles de derrotar hasta una en la que no hay información en pantalla o algún tipo de hub. Sin embargo, aunque escojamos la más fácil, esto supondrá un gran reto, sobre todo en las noches, donde tendremos cazadores infectados que, con solo detectar nuestra presencia, nos perseguirán hasta matarnos, ya sea que escalemos o saltemos de un lado a otro.
Además, el título nos la pone difícil quitándonos experiencia al morir y disminuyendo la regeneración de vida. Sin duda, hablamos de uno de los títulos más desafiantes de toda la saga y se agradece que no escatimaran en este sentido.
No necesita de Unreal Engine para verse espectacular


Una de las sorpresas que más llama la atención es el hecho de que prescindieron de usar Unreal Engine 5 para la elaboración del título. Siendo uno de los motores gráficos más realistas y populares de la actual generación, los de Techland fueron fieles a su motor y decidieron usar una versión mejorada de su C-Engine o Chrome Engine 6. Una herramienta que no tiene nada que envidiarle a la de Epic Games y que luce espectacular, más aún siendo un título en primera persona.
Los efectos climatológicos, la iluminación, las partículas y los detalles son sobresalientes. Además, en ningún momento contamos con tirones o bajones de FPS en nuestra aventura, lo que se agradece a pesar de ser una versión de prensa a pocos días del lanzamiento oficial. Si bien no es perfecto, ya que prescinde de sombras volumétricas (algo que hubiera aumentado la inmersión a la hora de disfrutar el título de noche), se compensa con el nivel de detalle tanto en los modelados como en las físicas y desmembramientos.
El apartado sonoro hace sinergia con la ambientación


Ya sea que juguemos con audífonos o con los altavoces del televisor, escucharemos gritos de zombis, pisadas y la banda sonora ambiental sea cual sea el lugar donde nos encontremos. Este es uno de los apartados atractivos en cuanto a efectos se refiere, mientras que algunas piezas musicales en combates importantes (como contra jefes) pueden llegar a sentirse repetitivas y hasta fuera de lugar, con orquestas que no pegan tanto con la química que viene ejecutando en la aventura.
Sin embargo, por lo demás, es excelente y se nota el cuidado al detalle, ya sea en el sonido de las armas al impactar con un infectado, los sonidos ambientales, los vehículos, los disparos y las conversaciones. Sobre estos últimos, el título cuenta con doblaje en castellano, pero la única opción para contar con el juego doblado al español, al menos en PlayStation, es cambiando la región de la consola a España. Algo que se espera que solucionen con algún parche o simplemente introduciendo doblaje en español latino.
Una duración ideal para un juego de mundo abierto, que se duplica si quieres hacer secundarias


El juego tarda alrededor de 20 horas en completarse si vas directo a las misiones principales. La mayor parte del tiempo andaremos de un lado a otro, atravesando totalmente el mapa para ir de una misión a otra. Sin embargo, hay un sinfín de misiones secundarias que harán que la duración se duplique, porque ya te adelantamos que no son pocas ni fáciles de completar.
Llega un punto en que se llegan a sentir forzadas y que solo están ahí para alargar el juego, pero cuando obtienes recompensas como armas épicas o materiales para crear algún objeto codiciado, ya tiene más sentido realizar dichas misiones secundarias. Aunque me gustaría decir lo mismo del post-game, ya que, una vez completado, no fomenta nada la rejugabilidad, más allá de los tantos easter eggs que podemos conseguir y que están presentes en todo el mapa.
Dying Light: The Beast es la mejor entrega de la franquicia


Cuando uno podría creer que la franquicia no puede ir a mejor, llega un tercer título que, contra todo pronóstico, demuestra que siempre se puede mejorar. Aprendiendo de sus errores y trayendo lo mejor de sus dos juegos previos, este título se disfruta de principio a fin. Con algunas áreas de mejora, como la progresión del personaje, un árbol de habilidades más elaborado y el contenido post-game, sin duda hablamos de una de las propuestas más fuertes de su género.
Un modo cooperativo para abrirnos paso contra los infectados con amigos, un parkour mejorado y más adictivo, y una dificultad que supone un reto incluso para el jugador más veterano de la saga. Hablamos de un juego que concluye la historia de Kyle Crane y que nos hará desear más contenido DLC para expandir dicha trama.


Dying Light: The Beast es la prueba de que cuando se estudia y se aprende de los trabajos previos, se puede regresar con una fórmula más refinada que nunca para ofrecer una experiencia gratificante en un género ya explorado.
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