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Cómo los videojuegos conquistaron tu cerebro (y tu billetera)

Y detrás de las cortinas, las sombras se alargan. Huesca plantea preguntas incómodas sobre influencers con millones de seguidores: ¿esas suscripciones son reales o bots lavando dinero? Las plataformas como Twitch operan como cajas negras sin supervisión, violando leyes mexicanas sobre derechos de las audiencias con publicidad encubierta mientras los streamers narran partidas.

La economía subterránea no la hacen niños sacando la tarjeta de crédito a sus padres, sino adultos jóvenes entre 20 y 45 años con poder adquisitivo. «Por eso le llamo la invasión intraterrestre», dice Huesca. «Es una invasión a tu privacidad, a tu ser, a tus derechos de pensar. Y a tu bolsillo.»

El Futuro: Consolas Cerebrales y Realidades Extendidas

La dirección es clara: realidades extendidas, incrustaciones cerebrales, inteligencia artificial con aprendizaje profundo personalizado. «No es la IA generativa», aclara Huesca, «sino la de aprendizaje profundo: quién eres tú, cómo aprendes, qué te gusta. Puedo predecir algunos comportamientos tuyos o, lo peor, inducir algunos comportamientos que me interesa que tengas.»

Pokémon GO fue el experimento social. La gente enloquecía cazando criaturas virtuales por Ciudad de México. Algunos aún andan por ahí. El modelo probó que funciona: «cero pertenencia y mucho pago. Eso no lo van a soltar.»

Los torneos de eSports —lo que Huesca llama «Fijital»— mueven bolsas de más de 60 millones de dólares. Sony tiene patentados controles que detectan sudor. Algunos juegos ya modifican trayectorias según datos biométricos del jugador. «Te puedes quedar ahí y pagar infinitamente», advierte.

La Pregunta del Sur Global

¿Existe una salida? Huesca es escéptico pero no derrotista. «Mientras no alentemos a los estudios a crear juegos que tengan licencias por millones, seguiremos siendo el sur dominado.» El problema es estructural: los 120 estudios en México desarrollan juegos que no van a vender porque «la gente quiere juegos que le saquen la adrenalina», no productos que desafíen las narrativas dominantes.

La infraestructura tampoco ayuda. «¿Cómo soportarías 100 millones de personas jugando concurrentemente en tu servidor?», pregunta. «No tenemos el suficiente poder de cómputo para hacer cosas serias. Es como la fantasía de la inteligencia artificial en México.»

Pero hay esperanza en la diversidad estética y narrativa que el medio permite. Desde música en 8 bits hasta 4K, de pixeles simples a hiperrealismo. «Si empezamos a producir historias propias que no son de venganza, a ver personajes no binarios, otros colores de piel que no sean verdes claros —valga la broma—, ahí está el potencial.»

Los videojuegos pueden convocar a la acción, crear comunidades, desafiar imaginarios. Pero primero hay que iluminar el lado oscuro. «Hoy somos solo exploradores del mundo digital que alguien más creó», concluye Huesca. «No somos creadores.»

La invasión intraterrestre continúa. La pregunta es si los 78 millones de jugadores mexicanos —y los cientos de millones del sur global— seguirán siendo colonias digitales o lograrán convertirse en arquitectos de sus propios universos virtuales. Por ahora, alguien más escribe el código. Y como en todo buen videojuego, los caminos ya están programados.

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Esta información pertenece a su autor original y fue recopilada del sitio https://es.wired.com/articulos/como-los-videojuegos-conquistaron-tu-cerebro-y-tu-billetera

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