La COP 30 revelará cuánto quieren pagar las grandes potencias para combatir el cambio climático

Con un enorme capibara inflable exigen a los gobernantes que protejan la selva amazónica. En vísperas de la COP30 de Belém, que se celebra en Brasilia, ya hay un gran regreso: el de las manifestaciones de la sociedad civil en las calles. Junto a la gigantesca representación del roedor sudamericano desfilaron miembros de la Coordenação das organizações indígenas da Amazônia brasileira (COIAB), una coordinadora de ONG en defensa de los pueblos indígenas. No ocurría desde Glasgow, en el año 2021, ver a activistas en las calles durante una conferencia sobre el clima. En los tres años en que la conferencia aterrizó en países poco proclives a la libertad de expresión (primero Egipto, luego Dubai, en Emiratos Árabes Unidos, y finalmente Azerbaiyán), las consignas y las pancartas habían quedado confinadas dentro del «palacio» de negociaciones, esterilizadas en los pasillos, a veces ni eso. Esperemos que este año no sea así.
Qué sabemos de los temas de la COP30
La Conferencia de las Partes vuelve al fin a un país donde la democracia no es un deseo. Y eso ya es una buena noticia.
La parte menos buena es que la conferencia corre el riesgo de ser una COP poco representativa debido a la desafortunada elección de celebrarla en la ciudad de Belém, a la entrada del Amazonas. Una elección evocadora, sin duda, pero que deja entrever la escasez de alojamientos suficientes para acoger un evento de esta magnitud, dadas las dimensiones que ha alcanzado en los últimos años.
De hecho, se esperan unas 45,000 personas en la COP30, con los precios del alojamiento ya disparados y muchos delegados, periodistas y observadores obligados a renunciar a su presencia sobre el terreno. Para hacernos una idea, el año pasado hubo 60 mil acreditaciones, hace dos años casi 100 mil, lo que demuestra un claro descenso. Por otra parte, los grupos de presión de las multinacionales, desde la agroindustria hasta los combustibles fósiles, no perderán la oportunidad de hablar con los líderes mundiales (e influir en ellos).
Este no es el único punto dudoso. El presidente de Brasil, Lula da Silva, tiene que mantenerse en equilibrio entre la necesidad de proyectar a su país entre las grandes potencias del nuevo mundo multipolar (significa crecimiento industrial, militar y empresarial, cueste lo que cueste) y las obligaciones (no solo morales) que le impone el hecho de tener la suerte de contar en su territorio con el «pulmón verde» más importante del mundo. Un ecosistema rico en recursos que da cobijo a especies animales y vegetales únicas y hogar a numerosos pueblos indígenas.
Entonces, ¿qué se ha «preparado» para los trabajos previos de la COP30?
Teniendo esto en cuenta, veamos lo que se dijo en la reunión previa a la COP30 celebrada en Brasilia del 12 al 14 de octubre. Primero hay que señalar que la reunión no forma parte de la agenda de negociación en sentido estricto. «Es, sin embargo, una reunión de alto nivel que cada año prepara los trabajos de la conferencia propiamente dicha», explica a WIRED Valeria Zanini, asesora política del think tank sobre el clima Ecco, «y permite a los estados reunirse para alinear sus posiciones políticas y técnicas. Pero no es más que una reunión ministerial, celebrada en pequeños rangos, y al final no da lugar a declaraciones oficiales. Podemos considerarla un espacio en el que la presidencia puede comprobar la temperatura, las líneas de fricción, para organizar las negociaciones y el diálogo el mes siguiente de la mejor manera posible».
La conferencia de Belém será una de revisión, incluso antes de convertirse en una conferencia de transición. Por un lado, el Acuerdo de París se ha negociado en todos sus aspectos técnicos durante los últimos años: lo que queda sobre la mesa es cómo alcanzar los objetivos establecidos y revisarlos al alza para lograrlos. Por otro lado, es necesario empezar a definir un horizonte más allá de 2035, cuando el tratado firmado en París será reemplazado por los hechos. La tarea del economista y diplomático André Corrêa do Lago, presidente de la COP30, es dar cuerpo a un evento que no puede reducirse a una Expo, una mera celebración. “Los más de 70 ministros de los países que participaron en la cumbre de Brasilia debatieron tres temas principales”, continúa Zanini: financiación climática, transición energética (que incluye medidas de mitigación) y adaptación.
La presidencia brasileña será muy activa
También se dedicó un amplio espacio a las iniciativas de la presidencia, que se prevé muy activa este año, en la línea de la británica en la COP26 de Glasgow o la emiratí en la COP28. Un ejemplo es la promesa de reducir las emisiones de metano al menos un 30% de aquí a 2030, promesa hecha por los Estados Unidos de Joe Biden y John Kerry junto con la Unión Europea en Glasgow. Pero el mundo, lo sabemos, ya no es lo que era. Y por “antes” nos referimos a hace cuatro años.
Si tuviéramos que medir la temperatura de la negociación, «la reunión de Brasilia no fue mal», prosigue el experto de Ecco, «varios países y la presidencia subrayaron que el multilateralismo está vivo, aspecto que también se desprendió de los discursos de muchos ministros». Además, Corrêa do Lago se pronunció a favor de mantener la ambición en el frente de la mitigación acordando estrategias.»
Ana Toni, Directora General de COP30, comentó al final de la cumbre que era bueno haber entendido dónde están las líneas rojas. Sin embargo, no especificó cuáles son. «Como no ha salido ningún documento oficial, solo podemos confiar en nuestras fuentes e interpretaciones», reanudó Zanini. «La nuestra es que en noviembre volverá a reproducirse la dinámica que venimos presenciando desde hace años, con los estados más pobres insistiendo en el financiamiento para cumplir los objetivos climáticos, y los países más desarrollados más proclives a aumentar la ambición».
¿Y el dinero? ¿Qué dinero? La financiación climática sigue siendo el problema
En cuanto al tema de la adaptación, el objetivo global sobre adaptación tendrá que finalizarse durante la COP30. La dificultad, según el experto de Ecco, «es definir qué indicadores hay que tener en cuenta: estas métricas son muy sensibles al contexto local, y se han propuesto unas diez mil. La idea es reducirlas a un centenar, idealmente durante la primera semana de trabajo, y luego dejar espacio para las cifras políticas».
Por último, en Belém se presentará una hoja de ruta para alcanzar el objetivo financiero de 1.3 billones de dólares necesarios para la transición y que debería alcanzarse en 2035, tal y como se acordó el año pasado en Bakú. «Será una COP que llega en un momento de definición de los equilibrios geoeconómicos «, afirma Zanini, «especialmente en las cadenas de valor verdes, es decir, las relacionadas con las tecnologías que están en el centro de la transición energética. Por eso consideramos esencial que estén presentes la Primera Ministra, Giorgia Meloni, y el Ministro de Asuntos Exteriores, Antonio Tajani, para que Italia pueda desempeñar un papel de liderazgo en la redefinición de los equilibrios geoeconómicos».
Artículo publicado originalmente en WIRED Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.
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