La era de las armas de guerra controladas con lenguaje natural ha llegado

En una base militar secreta de EE UU, situada a unos 80 kilómetros de la frontera con México, ubicación exacta: clasificada, el contratista de defensa Anduril está probando un nuevo y extraordinario uso de un gran modelo de lenguaje (LLM). El año pasado asistí a una de las primeras demostraciones. Desde una pista de aterrizaje descolorida por el sol, vi cómo cuatro aviones a reacción, cuyo nombre en clave era Mustang, aparecían en el horizonte hacia el oeste y se elevaban sobre un paisaje desolado de rocas y maleza. Los prototipos, miniaturizados para la demostración, cayeron en formación, con sus motores zumbando a medida que se acercaban.
El sol me quemaba los ojos, así que me dirigí a un monitor de computadora cercano, bajo una lona polvorienta. Con unas cuantas pulsaciones de teclado, apareció un quinto avión en el borde de la pantalla, cuyo contorno se parecía sospechosamente al de un caza furtivo chino J-20. Un joven llamado Colby, con gorra de béisbol negra y gafas de sol, dio la orden de neutralizar el objetivo simulado por computadora: «Interceptar Mustang».
Fue entonces cuando intervino la IA. Un modelo similar a ChatGPT analizó la orden, habló con los drones y respondió con una voz femenina impasible: «Mustang colapsando». En aproximadamente un minuto, los drones convergieron en el objetivo y, con un mínimo de ruido y misiles virtuales, lo destruyeron.
La demostración de Anduril ilustra el afán de la industria de defensa por experimentar con nuevas formas de IA. La startup está desarrollando un caza autónomo de mayor tamaño para las Fuerzas Aéreas estadounidenses, diseñado para volar junto a reactores tripulados a través de un proyecto denominado Fury. Muchos de estos sistemas ya son autónomos gracias a tecnología de IA más antigua, pero la idea es incorporar aspectos de los LLM a la cadena de mando para transmitir órdenes y aflorar información útil a los pilotos.
Sargento Chatbot a su servicio
Es un poco raro. Pero bueno, la tecnología de defensa siempre lo es. Gastan y gastan, en cosas tanto buenas como en un montón de basura. Aquí, la promesa es la eficiencia. Las cadenas mortales son complicadas y, en teoría, la IA las agiliza; por no decir que las hace «más mortíferas». Y quien controle esa tecnología, afirman los estrategas estadounidenses de cuatro estrellas, dominará el mundo.
Esta es la razón por la que Estados Unidos está tan interesado en frenar el acceso de China a la IA de vanguardia, y también por la que el Pentágono tiene la intención de aumentar el gasto en este campo en los próximos años. El plan es llamativo, pero no sorprendente. La guerra de Ucrania, con sus omnipresentes drones de bajo costo equipados con visión computerizada, ha demostrado el valor de la autonomía en el campo de batalla.
Por su parte, el auge de la IA generativa ha multiplicado el interés. Un informe del centro de investigación Brookings, de 2024, muestra que la financiación de contratos federales relacionados con la IA creció un 1,200% desde agosto de 2022 hasta agosto de 2023, la gran mayoría procedentes del Departamento de Defensa (DOD). Eso fue antes del regreso al poder del presidente Trump. Su administración impulsa ahora una IA aún más estratégica: su presupuesto de defensa, o mejor dicho, de «guerra», para 2026, que asciende a un billón de dólares, incluye la primera asignación dedicada a la IA y la autonomía, con 13,400 millones de dólares.
Esto significa que las propias empresas de IA tienen mucho que ganar haciendo grandes promesas sobre lo que pueden lograr en la guerra. Este año, Anthropic, Google, OpenAI y xAI han recibido contratos militares relacionados con la IA por valor de hasta 200 millones de dólares cada una. Es un cambio de rumbo importante desde 2018, cuando Google se retiró del famoso Proyecto Maven, un esfuerzo por utilizar IA para analizar imágenes aéreas.
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