China logra estabilizar sus emisiones de CO2 y se encamina a liderar la nueva geopolítica climática

China tiene como meta alcanzar su máximo de emisiones de carbono en 2030, y lograr la neutralidad neta tres décadas después. Esto implica reducir las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) entre 7 y 10% respecto a su punto máximo para 2035, según los reportes climáticos más recientes.
El estudio sugiere que, de mantenerse la tendencia observada en los últimos 18 meses, el país podría alcanzar su pico de emisiones antes de lo previsto. No obstante, advierte que el indicador podría repuntar ligeramente en los últimos meses del año, dado que algunos sectores productivos aún muestran resistencia a las políticas de descarbonización. Por ejemplo, mientras el consumo de combustibles fósiles en el transporte cayó un 5% entre julio y septiembre, la industria manufacturera incrementó sus emisiones 10%, impulsada por el crecimiento de la producción de plásticos y productos químicos.
Aun así, la transición energética china ha sido ampliamente reconocida. Durante la jornada inaugural de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), celebrada en Belém, Brasil, el presidente del evento, André Corrêa do Lago, lamentó que las principales potencias mundiales —especialmente las del Norte global, como Estados Unidos— hayan perdido interés en combatir la crisis climática.
No obstante, destacó el papel de China: “Está ideando soluciones para todos. Los paneles solares son más baratos y tan competitivos que ahora están en todas partes. Si pensamos en el cambio climático, esto es positivo”, señaló. Añadió que más naciones deberían seguir el ejemplo del país asiático.
China y su rol en la nueva geopolítica climática
Desde 2009, China ha sido señalado como el mayor consumidor de energía del mundo. Actualmente demanda una cuarta parte del suministro global, superando en 35% el consumo anual de Estados Unidos. Esta creciente necesidad ha generado una fuerte dependencia energética, lo que ha llevado al gobierno a diversificar fuentes y asegurar el abastecimiento en un contexto marcado por el auge de tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial.
En 2019, 67.3% del petróleo crudo utilizado en el país fue importado, y su electricidad proviene en parte de Rusia, Myanmar, Corea del Norte y Laos. Ante esta dependencia, las autoridades han reforzado sus políticas para reducir las importaciones y acelerar la transición hacia fuentes limpias y sostenibles.
En 2025 entró en vigor la nueva Ley de la Energía, que prioriza el desarrollo de energías renovables e hidrógeno verde con el fin de disminuir la dependencia de los combustibles fósiles y fortalecer la seguridad energética. La legislación obliga a establecer metas mínimas de consumo de energías verdes.
De forma paralela, se implementó una profunda reforma del mercado eléctrico. Desde junio, toda la energía solar y eólica debe comercializarse mediante subastas o precios de mercado, eliminando las antiguas tarifas reguladas. Estas disposiciones, junto con incentivos financieros y la eliminación gradual de subsidios a los combustibles fósiles, buscan fomentar la inversión nacional en energía limpia y optimizar el sistema energético.
El estudio de Myllyvirta señala que el cambio en los precios generó una aceleración en la culminación de proyectos, como se observa en el repunte de mayo de 2025. “Esto dejó pocos proyectos por completar en el tercer trimestre, por lo que el ritmo actual de instalación aún no refleja el crecimiento de capacidad que puede esperarse bajo el nuevo sistema”, precisó.
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