La luz artificial de las ciudades podría aumentar el riesgo de infartos y derrames cerebrales

Los altos niveles de luz artificial, característicos de las noches en las grandes ciudades del mundo, podrían incrementar de forma considerable el riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas. Así lo concluye un nuevo estudio preliminar que se presentará esta semana en las Sesiones Científicas 2025 de la Asociación Estadounidense del Corazón.
La investigación, considerada una de las más completas en su tipo, dio seguimiento durante diez años a los registros clínicos de 466 adultos para determinar si existía una relación entre la exposición a la contaminación lumínica y la probabilidad de sufrir problemas cardiovasculares.
Los autores buscaron cuantificar el posible vínculo al medir la cantidad de luz artificial en el área de residencia de cada participante, las señales de estrés en el cerebro y los signos de inflamación arterial. Los datos sobre exposición lumínica se obtuvieron del New World Atlas of Artificial Night Sky Brightness de 2016, un mapa global que mide la contaminación luminosa mediante observaciones satelitales.
Entre 2005 y 2008, todos los participantes fueron sometidos a tomografías por emisión de positrones y tomografías computarizadas (PET/CT) para identificar posibles variaciones en los biomarcadores incluidos en el estudio.
Shady Abohashem, autor principal de la investigación y director de ensayos de imágenes cardíacas PET/CT en el Hospital General de Massachusetts, explicó que este método es “una prueba de imagen de rutina” que proporciona información detallada sobre la anatomía y la actividad metabólica de los tejidos. “Al utilizar ambas técnicas de imagen en conjunto, es posible medir la actividad de estrés del cerebro y la inflamación arterial en un mismo estudio”, precisó.
El estudio señala que la luz artificial nocturna provoca la hiperactivación del eje cerebro-corazón, una conexión bidireccional entre ambos órganos que permite la comunicación a través de vías neuronales, mecánicas y bioquímicas. Este fenómeno estimula la liberación de hormonas del estrés y genera inflamación en las arterias.
El doctor Abohashem explicó que “cuando el cerebro percibe el estrés, activa señales que pueden desencadenar una respuesta inmunológica e inflamar los vasos sanguíneos. Con el tiempo, este proceso puede contribuir al endurecimiento de las arterias y aumentar el riesgo de sufrir un ataque cardíaco o un derrame cerebral”.
A más luz artificial nocturna, crece el riesgo cardiovascular
Los resultados muestran que, durante el periodo de seguimiento, 79 participantes desarrollaron enfermedades cardíacas graves, como infartos o accidentes cerebrovasculares. Los investigadores detectaron que, a mayor exposición a la luz artificial nocturna, el riesgo cardiovascular aumentó de forma casi lineal.
“Cada incremento de una desviación estándar en la exposición a la luz se asoció con un aumento aproximado del 35% y del 22% en el riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas en periodos de seguimiento de cinco y diez años, respectivamente”, indica el informe.
La relación se mantuvo incluso después de ajustar factores como la edad, el nivel socioeconómico, la contaminación acústica o los riesgos tradicionales, entre ellos el tabaquismo y la hipertensión. Además, se observó que las afectaciones eran más pronunciadas en personas que vivían en zonas urbanas de alta intensidad lumínica, donde la contaminación de luz y sonido tiende a combinarse.
Julio Fernández-Mendoza, director de Medicina conductual del sueño en la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Pensilvania, quien no participó en la investigación, señaló que “sabemos que una exposición excesiva a la luz artificial durante la noche puede afectar la salud y, en especial, aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas. Sin embargo, no comprendíamos del todo cómo ocurría este daño. Este estudio explora una de las posibles causas: la forma en que el cerebro responde al estrés. Esa respuesta parece desempeñar un papel clave al vincular la luz artificial nocturna con los trastornos cardiovasculares”.
Pese a la relevancia de los hallazgos, los autores reconocen varias limitaciones, ya que se trata de un estudio observacional basado en datos previamente recopilados, lo que impide demostrar una relación causal directa entre las variables analizadas. Además, señalan que los resultados no pueden generalizarse debido a que el grupo de estudio no representa poblaciones diversas.
Aun así, Fernández-Mendoza subraya que “estos hallazgos son revolucionarios y se suman a la evidencia que sugiere que reducir la exposición al exceso de luz artificial nocturna debe considerarse una prioridad de salud pública”.
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