Qué es la burbuja tecnológica y financiera de la IA

Puede que la IA no sea simplemente “una burbuja”, o ni siquiera una burbuja enorme. Puede que sea la burbuja definitiva. Lo que podrías cocinar en un laboratorio si tu objetivo fuera diseñar el ideal platónico de una burbuja tecnológica. Una burbuja que las reviente todas. Te lo voy a explicar.
Desde el éxito viral de ChatGPT a finales de 2022, que llevó a todas las empresas alrededor de Silicon Valley (y a muchas otras más allá) a pivotar hacia la IA, la sensación de que se ha estado inflando una burbuja ha sido enorme. Ya había titulares al respecto en mayo de 2023. Este otoño, se convirtió en algo así como la sabiduría predominante. Analistas financieros, empresas de investigación independientes, escépticos de la tecnología e incluso los propios ejecutivos de la IA están de acuerdo: estamos ante una especie de burbuja de inteligencia artificial.
¿Por qué se habla de la burbuja de la IA?
Pero a medida que aumentaba el debate sobre la burbuja, me di cuenta de que pocos analizaban con precisión por qué la IA es una burbuja, qué significa realmente esto y cuáles son sus implicaciones. Al fin y al cabo, no basta con decir que la especulación es desenfrenada, lo cual está bastante claro, o incluso que ahora se invierte en IA 17 veces más de lo que se invertía en empresas de internet antes de la crisis de las puntocom. Sí, tenemos unos niveles de concentración del mercado sin precedentes; sí, sobre el papel, Nvidia se ha valorado, en ocasiones, en casi tanto como toda la economía de Canadá. Pero, en teoría, todavía podría darse el caso de que el mundo decidiera que la IA merece toda esa inversión.
Lo que yo quería era un medio fiable y de eficacia probada para evaluar y comprender la manía de la IA. Para ello, recurrí a los eruditos que literalmente escribieron el libro sobre las burbujas tecnológicas.
En 2019, los economistas Brent Goldfarb y David A. Kirsch, de la Universidad de Maryland, publicaron Bubbles and Crashes: The Boom and Bust of Technological Innovation. Mediante el examen de unos 58 ejemplos históricos, desde la iluminación eléctrica hasta la aviación y el boom de las puntocom, Goldfarb y Kirsch desarrollan un marco para determinar si una innovación concreta condujo a una burbuja. Muchas tecnologías que se convirtieron en grandes empresas, como el láser, el freón y la radio FM, no crearon burbujas. Otras, como los aviones, los transistores y la radio, sí lo hicieron.
Mientras que muchos economistas ven los mercados como el producto de decisiones acertadas tomadas por agentes puramente racionales (hasta el punto de que algunos afirman que las burbujas no existen en absoluto), Goldfarb y Kirsch sostienen que la historia de lo que puede hacer una innovación, lo útil que será y cuánto dinero puede generar crea las condiciones para que se produzca una burbuja en el mercado. «Nuestro trabajo pone en primer plano el papel de la narrativa», escriben. «No podemos entender los resultados económicos reales sin entender también cuándo surgen las historias que influyen en las decisiones».
El marco de Goldfarb y Kirsch para evaluar las burbujas tecnológicas considera cuatro factores principales: la presencia de incertidumbre, las empresas pure play, los inversionistas novatos y las narrativas en torno a las innovaciones comerciales. Los autores identifican y evalúan los factores implicados, y clasifican sus ejemplos históricos en una escala de 0 a 8, siendo 8 los más propensos a predecir una burbuja.
Cuando empecé a aplicar el marco a la IA generativa, me puse en contacto con Goldfarb y le pedí que me diera su opinión acerca de dónde se sitúa la última locura de Silicon Valley en cuanto a su calidad de “burbuja”, aunque debo señalar que estas son mis conclusiones, no las suyas, a menos que se indique lo contrario.
La incertidumbre
En 1895, la ciudad de Austin, Texas, compró torres de luz de luna (moonlight towers) de 50 metros de altura y las instaló en puntos de acceso público. Las torres estaban equipadas con lámparas de arco, que quemaban filamentos de carbono. Los espectadores se reunían para contemplar con asombro la lluvia de ceniza que caía sobre ellos.
Según Goldfarb, el valor de algunas tecnologías es obvio desde el principio. La iluminación eléctrica “era tan claramente útil, que podías imaginar inmediatamente ‘Oh, podría tener esto en mi casa’”. Aun así, escriben él y Kirsch en el libro, “por maravillosa que fuera la luz eléctrica, la economía estadounidense pasaría las cinco décadas siguientes averiguando cómo explotar plenamente la electricidad”.
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