quiere mini coches fabricados en EE.UU., aunque no pasen las normas de seguridad locales

Donald Trump salió de Japón con nueva obsesión automotriz. No fue por un superdeportivo ni por una pick-up gigantesca. Cayó rendido ante los autos kei. Esos mini coches que en Tokio llenan calles estrechas ahora ocupan espacio en la cabeza del presidente, que regresó a Washington con una idea fija: quiere que Toyota y Honda fabriquen esa especie de cajitas de cuatro ruedas en Estados Unidos.
En conferencias recientes Trump describió estos autos kei como juguetes serios. Los vio compactos, cuadrados, casi tiernos. Preguntó por qué el público estadounidense no puede entrar a una agencia y salir con uno nuevo. Le explicaron que esa categoría no supera pruebas de choque locales y pierde contra una F-150 en cualquier encuentro. Trump no aceptó ese argumento. Decidió que el problema nace en el reglamento, no en el producto.
Por eso pidió al secretario de transporte, Sean Duffy, revisar normas de seguridad y de ahorro de combustible. El encargo suena claro. Quiere espacio regulatorio para que fabricantes japoneses monten líneas de producción de kei hechos en territorio estadounidense. La idea aparece justo en el momento en que la Casa Blanca recorta metas de eficiencia fijadas por la administración de Joe Biden. El mensaje resulta contradictorio. El gobierno presume autos diminutos mientras relaja exigencias para todo lo demás.
Detrás del flechazo existen detalles técnicos nada menores. Un auto kei se ajusta a reglas japonesas muy estrictas. Motor con cilindrada máxima de 660 centímetros cúbicos. Carrocería corta y alta que casi alcanza la parte media de llantas de camión grande. Perfecto para las calles apretadas de Tokio. Totalmente fuera de lugar al lado de camionetas que pesan casi lo mismo que un autobús de dos pisos.

Estos mini coches funcionan bien en entornos urbanos japoneses. Aceleran de forma modesta. Ofrecen poco espacio para cuerpos XXL. Protegen menos que un sedán mediano en accidente frontal. Pensar en el tráfico de Los Ángeles o de Houston lleno de kei suena casi cómico. Ese contraste alimenta el debate entre reguladores estadounidenses que ven la maniobra de Trump con cierta reserva.
Luego llega el golpe de realidad económica. Analistas recuerdan que el mercado estadounidense castiga autos pequeños. Las marcas ya cerraron proyectos compactos por márgenes miserables. Para producir kei en Norteamérica se necesitarían plantas nuevas, herramental distinto y cadena de proveedores dedicada a carros que tal vez no encuentren suficientes compradores. Cambiar reglas no garantiza filas en las agencias.

Fábrica de Honda en Estados Unidos.
Japón, el paraíso de los autos Kei
En Japón la historia se cuenta distinto. Los kei representan cerca de tercio de ventas de vehículos nuevos. El nombre significa ligero y define categoría con ventajas fiscales, tope de potencia y medidas obligatorias. Para miles de familias japonesas ese formato es puerta de entrada a la movilidad privada. Combina precio bajo, impuestos reducidos y dimensiones que encajan sin drama en barrios saturados.
La jugada de Trump añade otro capítulo al uso del automóvil como fichaje geopolítico entre Estados Unidos y Japón. Los kei pasan de curiosidad de nicho a pieza dentro de una negociación más amplia. Si Duffy logra convencer a la agencia de seguridad vial y a las marcas, quizá el próximo paseo por la agencia local incluya una escena surrealista. Un kei amarillo estacionado junto a pick-up enorme.
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