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Un estudio confirma que la falta de sol puede provocar depresión en quienes tienen esta mutación genética

Cuando preguntamos a la gente sobre su estación del año favorita, el invierno es probablemente la que genere más opiniones divididas. Aunque muchos lo aman por festividades como la Navidad, vacaciones de fin de año y la idea de bebidas calientes, otros tantos tienen una perspectiva completamente opuesta. Extrañamente, esta polarización no ocurre con el verano, en donde la mayor queja es el calor, que puede ser manejado con actividades acuáticas.

Científicos de la Universidad de California y Universidad de Michigan han revelado que el hecho de que el verano no tenga tantos fanáticos, pero tampoco detractores, puede deberse a que en esta temporada hay un factor clave que ayuda a estabilidad: la constante luz solar. Las investigaciones han profundizado en el papel que juega la luz en el estilo de vida de las personas modernas. En invierno, cuando hay escasez de este recurso, muchos experimentan cambios emocionales que pueden llegar a ser severos en algunos casos.

Louis Ptáček, neurólogo investigador de la Universidad de California, San Francisco, explica que hay una fuerte relación en el estado de ánimo y la cantidad de luz que percibimos. Algunos ejemplos están en la gente que trabaja turnos nocturnos, o que deben despertar muy temprano. Se ha registrado que son personas generalmente más irritables pues, aunque puedan estar en una habitación bien iluminada, el tipo de luz es tan importante como la cantidad.

La luz regula el estado de ánimo a través del ciclo circadiano, lo que algunos conocen como “el reloj interno”. Este ciclo es el que provoca que tengamos sueño a determinada hora del día, ayuda a que nuestros niveles de energía sean mayores por la mañana y además impulsa cientos de procesos biológicos internos como la absorción de nutrientes y la digestión. Por ello, el matemático de la Universidad de Michigan, Daniel Forger, insiste en un tercer elemento a valorar. No solo es relevante el tipo de luz y la cantidad, también influye, y mucho, el momento en que nos exponemos a luz natural.

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“Nuestro ciclo circadiano interpreta el tiempo a partir de la luz solar. Hay otros estímulos ambientales que pueden dar información sobre el tiempo, como la temperatura, pero para los humanos, y animales, el indicador más importante es la luz”

-Daniel Forger, Universidad de Michigan

En 2024, Forger participó en un estudio que registró información de más de 2,000 personas. Los resultados confirmaron que tener un ritmo circadiano no regulado estaba fuertemente relacionado con desordenes mentales como la ansiedad y depresión. Mientras que exponerse a luz es importante para regular este ciclo circadiano, las fuentes artificiales de luz, como pantallas, lámparas y focos en general, no hacen sino alterarlo.

Como resultado, el cuerpo no sabe si debe permanecer despierto o en descanso. Las señales mixtas terminan por entorpecer los procesos biológicos, causando estrés, irritación y agotamiento que al mediano plazo pueden volverse ansiedad y depresión.

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A mayor escala, el factor de “cuándo recibimos luz natural” se traduce en las estaciones del año. Durante el invierno, incluso exponiéndose intencionalmente a ella, nuestro sistema recibe menos luz solar que en otras estaciones. Es aquí cuando aparece la llamada “depresión estacional” o SAD por sus siglas en inglés “Seasonal Affective Disorder”. Curiosamente, las letras s, a, d, también forman la palabra “triste” en inglés.

Algunos son más susceptibles desde el nacimiento

Se estima que respecto a las personas que viven en zonas más cercanas a los polos, en donde la reducción de luz solar es más notoria durante el invierno, al menos el 9 % de ellas padecen SAD, o depresión estacional. En una investigación publicada en 2016 en la revista PNAS, el doctor Ptáček y su equipo encontraron una vinculación genética entre este grupo y aquellos que también tenían problemas para dormir por las noches.

Triste Joven En Casa
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Decidieron analizar el gen PER3, que se relaciona directamente con el ciclo circadiano de las personas. Encontraron que aquellos que presentaban mutaciones en dicho gen eran quienes mostraban mayor susceptibilidad a padecer SAD y que a la vez eran considerados “búhos nocturnos” por su dificultad para conciliar el sueño. Ptáček cree que una mayor investigación de esta mutación en el gen PER3 podría conducir a la creación de antidepresivos más eficientes en el futuro.

Para confirmar el estudio, realizaron un experimento con ratones a los que se les injertó el gen PER3 en su versión mutada. Se replicaron condiciones del verano, en donde la distribución entre luz y oscuridad es más equitativa. El comportamiento de los ratones no tuvo alteración hasta que las condiciones cambiaron para imitar al invierno, con periodos de luz de solo cuatro horas y periodos de oscuridad de 20 horas. Rápidamente se confirmó que los sujetos de prueba comenzaron a presentar signos de depresión, como pérdida de apetito y desinterés por actividades desafiantes.

Aunque aún queda mucho por investigar, los científicos ya analizan opciones para corregir la mutación del gen PER3, y con ello no solo mejorar el ciclo circadiano de las personas, sino también ayudarles a evitar la depresión estacional.

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