Silicon Valley dejó de innovar para gustarle a Trump

En sus podcasts, el capitalista de riesgo Marc Andreessen se quejó amargamente de las políticas de Biden sobre antimonopolio, IA y diversidad, y expresó su indignación porque Biden no se reuniera con él personalmente. En su opinión, Biden no había cumplido su parte en lo que Andreessen llamaba «El Acuerdo».
Así se lo describió al columnista del New York Times, Ross Douthat: Un emprendedor crea una empresa, gana mucho dinero y el mundo se beneficia de la nueva tecnología. «Luego, en tu obituario, hablas de la persona increíble que fuiste, tanto en tu carrera empresarial como en tu carrera filantrópica. Y, por cierto, eres demócrata, estás a favor de los derechos de los homosexuales, estás a favor del aborto, estás a favor de todas las causas sociales de moda y apropiadas del momento… Este es el trato».
Al atreverse a desafiar a la industria tecnológica, Biden amenazó los planes de negocio de los magnates. Peor aún, hirió sus sentimientos. «Es imposible exagerar lo ofendidos que estaban», cuenta Nick Clegg, que fue presidente de asuntos globales de Meta hasta principios de este año. En julio de 2024, Andreessen y su socio Ben Horowitz anunciaron que donarían sus dólares a Trump.
Algunas de las quejas de Andreessen eran exageradas, pero no era el único que se enfurecía por los programas de diversidad y la corrección política. Al otro lado del Valle, parecía que el acuerdo se había desmoronado. «Hay una sensación general en el sector tecnológico, incluso en el centroizquierda, de que las políticas de identidad han ido demasiado lejos», dice Leyden. Trae Stephens, VC de Founders Fund y cofundador de Anduril, también lo ha visto. «Mis amigos no se están cambiando de partido. Simplemente están muy cansados de los demócratas», me confiesa. Sam Altman, el CEO de OpenAI, había estado felizmente afiliado a la izquierda. A principios de este año, dijo en redes sociales que políticamente no tiene hogar. Aunque parece pasar mucho tiempo con Trump.
Y luego está Zuckerberg…
Entrevisté al CEO de Meta con frecuencia durante el primer mandato de Trump y estaba convencido de que sentía auténtica compasión por los inmigrantes. No recuerdo que haya dicho nada bueno sobre Trump. En algún momento del año pasado, empezaron a salirle palabras positivas. Cuando Trump literalmente esquivó una bala en la campaña electoral el verano pasado y bombeó su puño en el aire, Zuckerberg lo llamó un ‘badass‘ (rudo). Luego vinieron las visitas al podcast de Joe Rogan, donde se quejó de que las empresas no eran lo suficientemente varoniles, y a Mar-a-Lago, donde supuestamente culpó a su antigua directora de operaciones Sheryl Sandberg, la defensora de la diversidad de la empresa, de toda esa vigilancia innecesaria del contenido tóxico y la desinformación. Ahora, Zuckerberg no se preocupa tanto por los inmigrantes. Él y su esposa, Priscilla, habían financiado una escuela en East Palo Alto, un enclave de bajos ingresos. La están cerrando.
«Veo a Mark como un metamorfo político cuyo objetivo número uno es la supervivencia y la prosperidad de la empresa. Trump es tan transaccional que puedes luchar contra él y que te joda, o puedes intentar trabajar con él y conseguir un porcentaje de lo que quieres», comentó un ejecutivo de Meta.
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