Gaza aislada: el asedio a la tecnología humanitaria agudiza el genocidio

A la doctora Chee también le preocupa que sus teléfonos se puedan estar usando como dispositivos de seguimiento, pero otras organizaciones, como MSF, no tienen constancia del problema. “Notificamos de todos nuestros movimientos al COGAT”, aclaran.
Philippe Stoll prefiere no hablar del caso particular de Israel en Gaza, pero reconoce que es una preocupación habitual en muchos conflictos. “Sabemos que es un problema, pero no es nuevo”, aclara. “Hace 30 o 40 años ya teníamos mucho cuidado de no compartir cosas confidenciales por teléfono”.
De hecho, en 2017, la organización publicó el informe Humanitarian futures for messaging Apps, el cual alerta del peligro de usar aplicaciones de mensajería como WhatsApp o Facebook Messenger, señaladas de compartir información con terceros. Desde entonces, la organización usa otros canales, como Signal.
Además, en 2024, mandaron una publicación al secretario general de las Naciones Unidas para denunciar que los cortes de telecomunicaciones, los ciberataques, la desinformación y armas con IA estaban aumentando, y que la tecnología se estaba convirtiendo en un instrumento de guerra que urgía regular.
“Sabemos que es posible, por eso tenemos políticas de minimización y protección de datos”, explica Stoll, que pone como ejemplo la información biométrica. “Si hay una filtración, un ataque o algo así, no queremos tener tus datos biométricos, tus iris, tus huellas dactilares por ahí. El riesgo es demasiado grande”.
Entre 2021 y 2022 la organización sufrió un ciberataque en sus servidores, los cuales contenían información sensible de más de medio millón de personas de todo el mundo, incluyendo personas desaparecidas y sus familias. La organización tardó 70 días en detectar que sus sistemas habían sido vulnerados.
Pero, en algunos casos, el uso de la tecnología es inevitable. “No usamos huellas dactilares o escaneamos el iris para dar comida, pero sí podríamos usar algún tipo de reconocimiento facial o ADN para ayudar a una persona a encontrar los restos de un familiar”, pone Stoll como ejemplo.
Por eso, de la misma forma que se ponen banderas de la Cruz Roja en los coches, hospitales o personas en zonas de conflicto, CICR esta trabajando en un emblema digital para los servidores, datos y webs de las organizaciones humanitarias. Un certificado para que las personas o máquinas atacantes sepan que ese espacio digital pertenece a las organizaciones humanitarias y, por tanto, están protegidos por los Convenios de Ginebra.
«No evita que las bombas o los disparos entran en el hospital. Una bandera no es más que una bandera», aclara Stoll. «Pero al menos saben que lo que están a punto de hacer está mal”.
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