Este experimento con ‘bacterias astronautas’ nos acerca un paso más a Marte

Un cohete espacial necesita alcanzar al menos 40,270 kilómetros por hora para escapar de la gravedad terrestre. Durante los casi 10 minutos que dura esta fase crucial de la misión, los astronautas enfrentan entre 3G y 5G de fuerza. Su peso se multiplica por cinco: el pecho se comprime, la respiración se vuelve difícil, la visión se nubla y, por unos instantes, no logran mover ni los brazos ni la cabeza.
La ciencia necesita saber si también los microbios pueden sobrevivir al despegue o reingreso de un viaje espacial. El éxito a largo plazo de las bases lunares y los viajes a Marte u otros sitios más alejados en el sistema solar dependerá en gran medida de la resistencia de bacterias benéficas, como aquellas que ayudan a digerir alimentos o fortalecen el sistema inmune frente a patógenos.
Un estudio pionero publicado en la revista npj Microgravity confirmó que al menos uno de estos microbios esenciales para la salud humana soporta las fuerzas extremas de un lanzamiento espacial. Para demostrarlo, un equipo de científicos australianos de la Universidad RMIT cargó esporas de Bacillus subtilis en el cohete SubOrbital Express 3 y las envió al espacio.
El viaje de las astrobacterias
Durante el vuelo, la muestra soportó 13G durante 40 segundos, alcanzó una altitud de 257 km y permaneció seis minutos en microgravedad. En la fase final de frenado, el sistema registró un pico de 30G. El proceso de aceleración, ingravidez y desaceleración violenta ocurrió en menos de 10 minutos. Al aterrizar, la B. subtilis conservó intacta su capacidad de crecimiento y su estructura celular.
Esta bacteria, común en el tracto gastrointestinal humano, combate otras bacterias y estimula la producción de enzimas digestivas. También se utiliza como fungicida, insecticida, fertilizante vegetal y en la producción de antibióticos. En ciencia espacial es atractiva porque puede producir esporas como mecanismo de sobrevivencia ante la falta de nutrientes, calor extremo o radiación. Imagina que, ante el peligro, la B. subtiles encapsula su maquinaria vital en una estructura blindada y suspende su actividad hasta que el entorno vuelva a ser favorable.
Estas esporas enfrentaron el estrés del viaje espacial y demostraron una resistencia prometedora. Más allá de conservar su capacidad reproductiva y tolerar entornos agresivos, los investigadores creen que este hallazgo permitirá diseñar ecosistemas microbianos que protejan la salud de los astronautas.
“Al garantizar que estos microbios puedan soportar una alta aceleración, casi ingravidez y una rápida desaceleración, podemos apoyar mejor la salud de los astronautas y desarrollar sistemas de soporte vital sostenibles”, dijo Gail Iles, una de las coautoras de la investigación y profesora asociada en el RMIT.
Si el ser humano llega a Marte, no lo hará solo. Lo acompañarán cerca de 38 billones de bacterias por persona (38 seguido de 12 ceros). Saber si esa flora intestinal funcionará bien en suelo marciano será clave para la salud en el espacio profundo.
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