En un mundo lleno de niños con pantallas, muchos padres prefieren que sus hijos vean caricaturas tradicionales

En 2024, Lauren Isler, madre y creadora de contenido en Instagram, se hizo viral al compartir cómo cambiar la programación de sus hijos de animaciones contemporáneas a clásicos de la televisión infantil de los 90 transformó su comportamiento. En su publicación, Lauren contó que, al contrario de las series actuales, que son más coloridas, llenas de ruidos y efectos, las producciones de esa época tienen un nivel de estímulo más bajo.
Lauren explicó que las series más recientes, llenas de colores brillantes, sonidos intensos y efectos visuales, captaban completamente la atención de sus hijos, dificultando que realizaran otras actividades. En cambio, los programas de los 90 tenían un menor nivel de estímulo, por lo que los niños se entretenían sin quedar enganchados. Esto trajo varios beneficios en su comportamiento. por ejemplo, eran menos hostiles cuando llegaba el momento de dejar de ver la pantalla y hacer otra cosa.
La nueva tendencia entre los padres
En 2025, durante una entrevista para Buzzfeed, Lauren explicó que su preocupación al respecto surgió cuando notó que su hijo de tres años mostraba dificultades para relajarse y dormir después de ver series modernas. Señaló que la transición no fue inmediata, pero con acompañamiento y paciencia, los niños se adaptaron al cambio.
Hoy, las series y caricaturas de bajo estímulo, como las de los 90, se han convertido en una tendencia entre padres que buscan contenido más equilibrado. Por supuesto, hay series actuales que siguen siendo aceptables. Por ejemplo, Bluey, a pesar de contar con momentos ágiles y coloridos, ofrece una paleta visual agradable y un ritmo de edición más pausado que otros programas actuales.
La ciencia respalda la elección
La tendencia popularizada por Isler está respaldada por la psicología del desarrollo infantil. Expertos señalan que contenidos excesivamente estimulantes pueden afectar la atención y la autorregulación de los pequeños. Un estudio de 2011 evidenció que tan solo nueve minutos frente a estímulos audiovisuales intensos pueden provocar, a largo plazo, déficit de atención y dificultades para controlar sus impulsos.
Siggie Cohen, psicóloga especialista en desarrollo infantil, advierte que no se trata únicamente de la antigüedad de las series. «Es importante saber qué es lo que se está viendo y por qué», explica. Algunos dibujos de los 90 también podían ser histriónicos, por lo que comprender las preferencias de los niños y el contenido específico es clave para identificar posibles efectos negativos. Conocer de cerca lo que ven los pequeños permite a los padres buscar alternativas adecuadas y fomentar hábitos de consumo saludable.


Aun así, los especialistas coinciden en que la exposición a pantallas no es inherentemente negativa. La clave está en la moderación y la selección de contenido apropiado. Series bien elegidas, con mensajes claros y ritmo controlado, pueden aportar beneficios al desarrollo cognitivo y emocional, mientras que un uso excesivo o mal supervisado puede generar efectos contrarios.
Para padres como Lauren, el equilibrio es sencillo: acompañar a los hijos mientras consumen contenido, elegir programas que entretengan sin sobreestimular y fomentar pausas regulares. En dosis apropiadas, las series adecuadas con los mensajes adecuados pueden ser una buena ayuda en la crianza de los hijos.
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