Científicos descubren vida en el hielo ártico a 15 grados bajo cero

Un equipo de investigadores de la Universidad de Stanford registró un fenómeno inaudito: ciertas algas que habitan en el hielo ártico pueden permanecer activas y desplazarse en condiciones de hasta -15 °C, lo que representa la temperatura más baja jamás registrada para que una célula viva compleja esté en movimiento.
El hallazgo proviene de una expedición en el mar de Chukotka (entre Rusia y Alaska) durante el verano de 2023, donde los científicos perforaron núcleos de hielo para recolectar muestras. De vuelta en el laboratorio, replicaron las condiciones encontradas en esos núcleos, con patrones de hielo que incluían canales delgados de agua o salmuera, estructuras en las que las diatomeas podían sobrevivir y desplazarse.
Las diatomeas son microalgas unicelulares con paredes de sílice, algo así como una cubierta de vidrio. Son fotosintéticas, producen oxígeno y forman la base de la cadena alimentaria acuática, además de contribuir al ciclo del carbono al capturar CO2 y depositarlo en sedimentos. Aunque se sabía de su existencia en el Ártico, se creía que estos organismos hibernaban o quedaban atrapados por el hielo, pero la realidad es todo lo contrario.
“Esto no es criobiología de película de los 80. Las diatomeas son tan activas como podemos imaginar hasta que las temperaturas caen hasta -15 °C, lo cual es sumamente sorprendente”, dijo Manu Prakash, profesor de Bioingeniería en las Facultades de Ingeniería y Medicina de Stanford, y coautor senior del artículo publicado en PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences).
Bajo las condiciones extremas del Ártico, lo más llamativo es que estas algas emplean un mecanismo de deslizamiento para moverse por sus canales: secretan mucílago, que actúa como «adhesivo», y luego tiran de sí mismas mediante motores moleculares internos como actina y miosina, los mismos responsables del movimiento en músculos humanos. El hecho de que este sistema pueda seguir funcionando en condiciones bajo cero será el próximo enfoque del laboratorio.
Vida activa bajo cero
La capacidad de movimiento observada ocurre en un rango térmico que antes se consideraba incompatible con funciones celulares complejas. Esta temperatura de -15 °C constituye un nuevo récord para células eucariotas. Además, las velocidades de deslizamiento son superiores a las de diatomeas de clima templado sobre la misma superficie, lo que sugiere una adaptación evolutiva especializada para el ambiente polar. “Es como si estuvieran patinando sobre el hielo”, dijo la autora principal, Qing Zhang, académica postdoctoral de Stanford.
Este descubrimiento lleva a replantear la percepción de los hielos polares como zonas biológicamente inertes durante períodos fríos. En realidad, podrían albergar un ecosistema dinámico escondido, con microorganismos activos moldeando su entorno incluso cuando las temperaturas bajan drásticamente.
“El Ártico es blanco por encima, pero por debajo es verde, un verde intenso debido a la presencia de algas”, dijo Prakash. “En cierto sentido, te hace darte cuenta de que no es solo una cosa diminuta, sino una parte importante de la cadena alimentaria y controla lo que sucede bajo el hielo”.
Reflexiones ante un futuro desolador
Desde una perspectiva ecológica, las diatomeas son un componente clave de la cadena alimentaria polar, conectando microorganismos con organismos mayores. El hecho de que estas diatomeas puedan moverse internamente dentro del hielo sugiere que podrían redistribuir nutrientes, formar microhábitats e influir en la estructura biológica bajo la superficie helada. Además, los senderos de mucílago podrían servir como sitios de nucleación para nuevas formaciones de hielo, lo que implicaría una acción biótica sobre procesos físicos del medio.
En palabras del investigador Manu Prakash, “el hielo ártico está lleno de vida oculta”, pero hay otro motivo de preocupación aparte del impacto cambio climático sobre estos ecosistemas: la falta de apoyo político y económico a la investigación polar podría hacer que perdamos la oportunidad de realizar nuevos descubrimientos de importancia vital: “Muchos de mis colegas me dicen que, en los próximos 25 a 30 años, no habrá Ártico. Cuando se pierden los ecosistemas, perdemos el conocimiento sobre ramas enteras de nuestro árbol de la vida”.
En tiempos de cambio climático acelerado, entender estos sistemas microbianos adquiere mayor relevancia. “Siento una sensación de urgencia en muchos de estos sistemas, porque, al fin y al cabo, la infraestructura y la capacidad para operar son fundamentales para el descubrimiento”, dijo Prakash.
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