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Jóvenes afrodescendientes resuelven un misterio arqueológico sumergido en Costa Rica

La coordinadora María Suárez liderando una expedición frente a Punta Cahuita en 2021.

Wayne Lawrence/Cortesía CCBEM

Piratas o trata transatlántica

Maraya es de Cocles, una pequeña comunidad al sur de Puerto Viejo de Talamanca, provincia de Limón, una de las siete provincias de Costa Rica. Su cantón está a unos 25 kilómetros del Parque Nacional Cahuita. En Limón, dice con pesar, los jóvenes son propensos a caer en riesgos por la falta de oportunidades laborales, como el consumo de drogas o la delincuencia. Aun así, no cambia su costa por otra. “Las playas son cristalinas. Desde Cocles veo la montaña, hay árboles, pero a 800 metros abajo, está el mar”, apunta.

Es un territorio con población Bribri, Cabécar y afrodescendientes. También hay tala, gentrificación y, al mismo tiempo, tradición y vidas torneadas por el mar, con pesca o turismo marítimo. “Hay muchas personas mayores, llegan turistas por búsqueda cultural”, dice.

Mientras aprendían a bucear, los entonces adolescentes recopilaron la memoria oral de sus abuelas y abuelos. Solían escuchar que los hundimientos eran barcos piratas y tenían motivos para pensarlo. En el siglo XVII, la siembra de cacao se extendió por el Caribe. Para 1738, había cerca de 89 fincas de cacao en Costa Rica, trabajadas por personas negras entre el asedio constante de piratas y zambos-misquitos, aliados de los ingleses que buscaban tortugas de carey y cacao.


mamuts

Así fue como científicos mexicanos lograron por primera vez extraer ADN de mamut en México, a partir de molares hallados en Santa Lucía (AIFA). Un hito en los campos de la paleogenómica y la historia natural del país.


Pero la idea de que fueran en realidad restos de barcos esclavistas latía en documentos del Archivo Nacional de Costa Rica y de Dinamarca, con referencias a dos barcos daneses de la trata transatlántica de esclavos que iban rumbo a la isla de Santo Tomás, el Fridericus Quartus y el Christianus Quintus, pero que nunca llegaron a su destino. Uno de los registros era un mapa encontrado en Sevilla que sugería que el lugar del naufragio tenía una costa de contorno similar a Cahuita. Además, en la década de 1980, en esa parte del Caribe, encontraron una manilla, es decir, una pulsera usada en el comercio de personas.

Si se demostraba científicamente que los restos en Cahuita eran esas naves danesas, perdidas en 1710, la historia se reescribiría.

“Confirmar o negar eso era importante para la identidad de nuestra población, porque en Limón, la afrodescendencia llegó en 1800 para construir el ferrocarril, fueron personas que vinieron bajo motivos de contrato para trabajar; así llegó la afrodescendencia en la historia oficial de Costa Rica. Si las embarcaciones eran esas, habrían llegado 100 años antes y de otra forma, algunos fueron libres y otros no por mucho tiempo”, explica Maraya.

En 1981, el arqueólogo Stephen Gluckman organizó una expedición a los naufragios. Su equipo registró dos sitios: uno con anclas y cañones en un arrecife poco profundo y otro con un piso salpicado de ladrillos amarillos. Pero el trabajo de ciencia ciudadana riguroso, que lograría reconectar con las raíces más profundas de esta historia, arrancaría tres décadas después.

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Esta información pertenece a su autor original y fue recopilada del sitio https://es.wired.com/articulos/jovenes-afrodescendientes-resuelven-un-misterio-arqueologico-sumergido-durante-siglos-en-costa-rica

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