La retatrutida, el fármaco para adelgazar más potente, es ilegal para uso humano pero ya se vende en línea

La larga historia del consumo clandestino de drogas está llena de sociedades secretas y de personas con intereses afines que experimentan discretamente con compuestos novedosos para intentar comprender sus misterios.
En la Francia de mediados del siglo XIX, artistas e intelectuales como Baudelaire y Dumas se reunían en el Club de los hachisinos para probar el potente y pegajoso concentrado de cannabis. En la segunda mitad del siglo XX, el químico de Dow Alexander Shulgin, conocido por popularizar la MDMA y otros fuertes análogos psicodélicos, organizaba reuniones en su casa para que un grupo de compañeros probara sus creaciones más recientes. Y a principios de este año, cuando Jake Terry, de 48 años, quiso experimentar los efectos de la retatrutida, un compuesto nuevo pero aún no aprobado desarrollado por la farmacéutica Eli Lilly, compró un poco en internet y lo compartió con sus amigos.
Qué es la retatrutida
A diferencia de los experimentos de Shulgin o Baudelaire, la retatrutida no es psicoactiva. Es un inyectable para adelgazar, similar a la semaglutida (comercializada como Wegovy) o la tirzepatida (comercializada como Zepbound). Pero la principal diferencia de este fármaco, más allá de su situación legal, es que parece ser mucho más potente que los aprobados hasta ahora. Tras los ensayos de fase II, ya se le considera revolucionario.
La retatrutida actúa igual que sus predecesores: interactúa con receptores clave del metabolismo, lo que reduce el apetito y ralentiza la digestión. Mientras que la semaglutida actúa sobre un solo receptor (el del péptido-1 similar al glucagón, o GLP-1) y la tirzepatida sobre dos (los receptores del GLP-1 y del polipéptido inhibidor gástrico, o GIP), la retatrutida recibió el apodo de «Triple G» por su capacidad para actuar sobre tres receptores hormonales (los del GLP-1, el GIP y el receptor del glucagón, o GCG).
«Son tres receptores químicamente relacionados, pero distintos, cada uno con su propia biología. Juntos permiten crear una sola molécula, como una llave maestra, capaz de abrir múltiples puertas con la misma eficacia que las llaves individuales y obtener mejores resultados», explica Richard DiMarchi, catedrático de Química y Ciencias Biomoleculares de la Universidad de Indiana. DiMarchi conoce bien estos fármacos: fue pionero en la investigación de esta clase de compuestos a finales de los años 90, cuando trabajaba en Eli Lilly como vicepresidente del grupo de investigación y desarrollo. Dejó la empresa en 2003, en parte porque sentía que la compañía no priorizaba los tratamientos contra la obesidad ni veía el potencial de un inyectable para adelgazar.
Tras una inyección subcutánea semanal de retatrutida, los participantes en los ensayos clínicos mostraron «una reducción significativa del peso corporal y una mejora de los marcadores metabólicos». Los datos de un ensayo de fase II indicaron que los participantes obesos perdieron, en promedio, un 24.2% de su peso corporal en 48 semanas. En comparación, la tirzepatida logra entre 18% y 20% en 72 semanas, y la semaglutida un 14.9% en 68 semanas, ambos en ensayos de fase III. «Es un fármaco impresionante. Es un milagro», afirma Terry.
Terry empezó a interesarse por estos compuestos alrededor de 2023. A su hija le diagnosticaron un prolactinoma: un tumor benigno de la hipófisis que, si no se controla, puede afectar el metabolismo y causar aumento de peso. Para estabilizarlo, un médico le recetó semaglutida, pero los 500 dólares mensuales la hacían inaccesible. Terry investigó en internet y encontró un sitio web que vendía «productos químicos de investigación».
Este tipo de vendedores, a veces llamados «farmacias del mercado gris», suelen comerciar con versiones alternativas de drogas psicoactivas de uso común, además de hormonas de crecimiento humano, esteroides anabolizantes y otros productos muy buscados entre aficionados al levantamiento de pesas y al biohacking corporal. Personas trans y no binarias también recurren a estos mercados para obtener hormonas de afirmación de género. Estos sitios suelen incluir cláusulas de exención donde aclaran que el «uso previsto» de los compuestos es para «fines de investigación», lo que les permite moverse dentro de un vacío legal. «Si el producto se vende a un laboratorio o a una institución académica para fines de investigación, la operación es completamente legal. Esa venta sigue siendo legítima incluso si, en la práctica, quien lo adquiere termina utilizándolo para consumo personal», explica Jesse C. Dresser, socio del bufete Frier Levitt, con sede en Nueva Jersey y especializado en prácticas farmacéuticas. Dresser también señala que la aplicación de estas normas es «muy limitada».
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