Canal de Panamá: entre las amenazas de Trump y la creciente influencia china

Panamá es un punto de tránsito crucial, en particular el Darién, un trozo de selva impenetrable al que no llegan carreteras ni aeropuertos pero que permite a los migrantes cruzar a pie hasta Estados Unidos. En 2023, más de 500,000 personas cruzaron la zona, el doble que en 2022, con un 67% de venezolanos. El presidente panameño, José Raúl Mulino, liberal de centroderecha, apoya las sanciones contra el venezolano Nicolás Maduro y ha salpicado el país de puestos de control contra migrantes: en 2024, los flujos se reducen a la mitad. «La Casa Blanca necesita que Panamá coopere en estos frentes. Desde el punto de vista geopolítico, es un aliado clave», explica Nastasi.
Sin embargo, desde Washington se vuelve a los tonos del imperialismo más clásico: el del presidente Theodore Roosevelt, que consideraba la construcción del Canal de Panamá su mayor logro en política exterior. Entre 1903 y 1904 negoció un tratado con el nuevo Estado arrebatado a Colombia, obteniendo el derecho a iniciar la gigantesca obra. Se inauguró en 1914, 401 años después de que los conquistadores liderados por Vasco Núñez de Balboa cruzaran el istmo por tierra. Sin embargo, el territorio por el que discurría se convirtió en un enclave estadounidense, con apartheid colonial.
En la actualidad, el canal no representa más del 8% del PIB panameño, pero su peso simbólico es enorme. A lo largo del siglo XX, la lucha contra el enclave estadounidense forjó el espíritu nacional panameño», afirma Harry Brown Aràuz, investigador del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales. La nacionalización del canal es el resultado de una lucha patriótica apoyada también por Naciones Unidas, y para los panameños, una metáfora de su independencia económica. Sin embargo, está por ver si esto significa también poder hacer negocios con China.
Influencia china
Sin duda, Pekín está reforzando su presencia en Panamá a través de inversiones económicas, proyectos de infraestructuras e iniciativas culturales. Ha enviado al talentoso embajador Wei Qiang, que habla un español impecable y es muy activo en los círculos empresariales. Ha promovido un Instituto Confucio, ofrecido becas e importantes donaciones. A pesar de algunos proyectos abandonados, como un tren de alta velocidad entre la capital y las regiones occidentales, una inversión portuaria de 1,000 millones de dólares y una central eléctrica de gas natural, varias empresas chinas están bien establecidas: Huawei, ZTE y Xiaomi en telecomunicaciones, Hikvision y Dahua dominan el mercado de los sistemas de vigilancia, y el Gobierno chino ha donado 6,000 chalecos antibalas y cascos para las fuerzas de seguridad de Panamá, que tuvieron que adaptarlos al ser entregados con los colores del Ejército Popular de Liberación.
Las amenazas de Trump parecen formar parte de una nueva Guerra Fría contra China en la que Panamá, como terreno geopolítico de tensión, está implicada. Detrás de las amenazas puede haber una racionalidad: exagerar, hacerse el loco, para luego sacar más en las negociaciones. Pero Panamá necesita dinero chino para crecer, y superar los daños de la sequía.
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