China ya está usando androides en entornos reales y tiene un ambicioso plan: volverlos comunes

En los suburbios industriales y distritos tecnológicos de Pekín, Shenzhen, Hangzhou o Hefei se están afianzando las llamadas fábricas humanoides, una de las apuestas más ambiciosas de la economía china. Ya no son solo prototipos de laboratorio o curiosidades de ferias tecnológicas, sino robots diseñados para entrar en fábricas, hospitales, restaurantes, asilos de ancianos y, en el futuro, en los hogares de todos nosotros.
China lleva 12 años consecutivos siendo el primer productor mundial de robots y el principal mercado de aplicaciones industriales. En el primer semestre de 2025, la producción aumentó un 35.6% interanual, y se espera que el sector alcance un valor de 14,000 millones de dólares en 2035. Pero más allá de la esfera industrial, los robots humanoides asiáticos están irrumpiendo en los deportes y el entretenimiento.
En redes sociales han comenzado a circular clips de robots con rasgos humanos corriendo maratones, jugando al fútbol, sirviendo mesas o bailando durante el Año Nuevo Lunar. Sin embargo, detrás de ese espectáculo se esconde una cuestión muy seria: estos robots están contribuyendo a la industria china en un momento en que otros sectores muestran claros signos de fatiga.
Los planes de Xi Jinping para la nueva era
Prueba de ello es que, en 2023, el Ministerio de Industria y Tecnología de la Información publicó unas directrices que pretenden crear un ecosistema de innovación de categoría mundial para robots humanoides, impulsando la producción en masa y la adopción generalizada de estas máquinas en entornos industriales y civiles.
El documento oficial, publicado en noviembre de 2023, define objetivos claros para el ecosistema de innovación de robots humanoides, estableciendo hitos precisos. Para 2025 preveía el establecimiento de un sistema de innovación para robots, con avances en tecnologías clave (cerebro, cerebelo, extremidades), capacidad de producción en serie y aplicaciones de demostración en escenarios industriales y de servicios. Este objetivo se alcanzó. Para 2027, el compromiso es consolidar la tecnología y la cadena de suministro, con un ecosistema competitivo a nivel internacional y una integración generalizada de los robots en la economía real.
Basándose en estas directrices nacionales, varias metrópolis y provincias chinas han puesto en marcha programas de desarrollo local. El documento redactado por administraciones de Pekín pretende reforzar la innovación tecnológica y el ecosistema industrial de los robots inteligentes. Incluso en Shenzhen, la ciudad natal de Huawei, se ha puesto en marcha una iniciativa de percepción, control, IA integrada y crecimiento del ecosistema industrial.
En el informe anual de trabajo del gobierno chino, el concepto de inteligencia incorporada, que abarca los robots humanoides y sistemas similares, se menciona como área de desarrollo estratégico dentro de la política industrial nacional. El sector se incluirá entre las áreas estratégicas mencionadas en el Plan Quinquenal 2026-2030, cuya aprobación está prevista para marzo.
Fábricas humanoides
El punto de partida son las llamadas «fábricas humanoides», centros de producción donde convergen IA, mecatrónica avanzada, tecnología de sensores y fabricación de precisión. A diferencia de Europa o EE UU, donde la mayoría de los robots humanoides se limita a la fase de prototipo, en China estos sistemas se prueban directamente en entornos reales. En las cadenas de montaje de fabricantes de automóviles como BYD o Zeekr, los robots humanoides ya transportan componentes, sustituyen baterías y realizan comprobaciones repetitivas. La principal ventaja no es solo la automatización, sino la capacidad de operar en espacios diseñados para humanos, sin tener que reconfigurar fábricas enteras, como ocurre con los robots industriales tradicionales.
No se trata de sustituir totalmente a la mano de obra humana, sino de intervenir donde el trabajo es más desgastante, repetitivo o arriesgado, en un país que enfrenta el envejecimiento de la población y la reducción progresiva de la mano de obra. En este sentido, el humanoide se convierte en una respuesta estructural a un problema demográfico antes que tecnológico.
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