Creíamos que el dodo, ya extinto, no tenía ningún pariente vivo. La ciencia demostró lo contrario

Uno de los parientes vivos más cercanos del dodo, un ave que se extinguió hace más de tres siglos, acaba de reaparecer en una de las selvas más remotas del Pacífico. Se trata de la manumea (Didunculus strigirostris), una paloma terrestre endémica de Samoa y considerada en peligro crítico de extinción, cuyos recientes avistamientos han devuelto una esperanza cautelosa a los científicos.
Según Live Science, el último estudio de campo de la Sociedad para la Conservación de Samoa (SCS), realizado entre el 17 de octubre y el 13 de noviembre, logró documentar cinco avistamientos distintos de manumea en la selva tropical costera de Uafato. Estudios previos apenas habían conseguido uno o ningún registro y la última fotografía confirmada de esta especie en libertad se tomó en 2013.
Antes de iniciar la expedición, el temor era real. Los investigadores asumían la posibilidad de no encontrar ningún ejemplar vivo, lo que habría sido una señal clara de extinción funcional. “¿Qué pasa si no encontramos al ave? ¿Significa que la manumea ya no existe?”, relató Moeumu Uili, coordinador del proyecto Manumea en SCS, según Live Science.
Una población que pasó de miles a decenas en tres décadas
A principios de la década de 1990 se estimaba que existían alrededor de 7,000 manumeas en Samoa. Hoy, tras décadas de deforestación, caza y la introducción de especies invasoras, la cifra se ha desplomado dramáticamente: para 2024 se calcula que quedan entre 50 y 150 individuos.
La caza, una de las principales causas históricas de su declive, ya está prohibida y sancionada con multas. Incluso se han impulsado campañas de concienciación, como murales en espacios públicos que llaman a “salvar a la manumea”. Sin embargo, el problema más grave persiste en otro frente.

Gatos y ratas: la amenaza silenciosa que sigue avanzando
Según Live Science, los expertos coinciden en que las especies invasoras representan hoy el mayor peligro para la supervivencia del ave. Los gatos asilvestrados cazan ejemplares adultos y polluelos, mientras que las ratas se alimentan de huevos y crías.
“El impacto en la manumea es ciertamente catastrófico”, explicó Joe Wood, director de Programas Internacionales de Conservación del Zoológico de Toledo a Live Science. Para Wood, quien también copreside un grupo de la UICN dedicado a esta especie, es “muy probable” que los gatos ferales sean una de las causas principales del colapso poblacional y subraya que se necesita con urgencia un programa de control.
El último de su género y un vínculo directo con el dodo
La manumea no es solo una especie más en peligro. Es la única sobreviviente del género Didunculus. Su nombre científico significa literalmente “pequeño dodo” y tanto ella como el dodo pertenecen al grupo de las palomas terrestres isleñas. Si desaparece, no solo se perderá una especie, sino una rama completa del árbol evolutivo.
De acuerdo con Bird Guides, su singular pico grueso y curvado le permite alimentarse de frutos duros y cumple una función ecológica única entre las palomas. A pesar de ser el ave nacional de Samoa, su comportamiento sigue siendo un misterio: nunca se ha fotografiado con claridad un adulto en estado salvaje y su canto suele confundirse con el de otras aves, lo que ha complicado durante años su monitoreo.


Tecnología, biobancos y la carrera contra el tiempo
De acuerdo al reporte, si se logra proteger al menos algunos ejemplares, los conservacionistas planean preservar muestras biológicas en biobancos y establecer líneas celulares para estudiar su genética. Esto abriría la puerta a estrategias como la cría en cautiverio.
También hay apoyo tecnológico. La fundación de conservación de Colossal Biosciences desarrolla una aplicación capaz de distinguir el canto de la manumea del de otras aves, con el objetivo de estimar mejor su presencia real en los bosques.
Una advertencia desde el pasado
Ya en 2014, según phys.org, en una nota publicada hace más de una década, los científicos celebraban el primer avistamiento de un juvenil tras casi diez años sin registros. Aquella advertencia sigue vigente, sin información sólida, no hay decisiones efectivas.
Hoy, el consenso es claro. Como resume el genetista Nic Rawlence a Live Science, todo depende del control de depredadores, la restauración del hábitat y la acción inmediata. Porque, esta vez, ya no hay margen para fallar.
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