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La ciencia revela por qué algunos recuerdos se olvidan en días y otros duran toda la vida

La cantidad de experiencias que una persona vive diariamente puede ser enorme, pero solo algunas permanecen como recuerdos duraderos capaces de influir en la identidad y aportar aprendizajes significativos. Esto plantea una pregunta central: ¿cómo determina el cerebro qué momentos deben conservarse y durante cuánto tiempo?

Para responderla, un equipo multidisciplinario dirigido por científicos de la Universidad Rockefeller en Nueva York desarrolló un modelo de comportamiento basado en realidad virtual aplicado en ratones. Su objetivo era comprender cómo funciona la memoria a corto plazo y qué factores permiten que ciertos recuerdos se transformen en memorias estables.

Los investigadores descubrieron que este proceso no depende únicamente del hipocampo, como se creyó durante décadas, sino de un conjunto de “interruptores” distribuidos en distintas regiones cerebrales que actúan de manera coordinada para decidir qué información vale la pena guardar y cuál puede descartarse.


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¿Cómo funciona la memoria?

Por muchos años, el consenso científico describió la memoria como un proceso de dos etapas: primero, los recuerdos se almacenaban temporalmente en el hipocampo y luego, si se consideraban relevantes, se transferían a la corteza cerebral para su conservación a largo plazo. Se asumía que la selección dependía de mecanismos biológicos específicos encargados de evaluar el valor de cada experiencia. Sin embargo, este modelo resultó insuficiente para explicar por qué algunos recuerdos perduran toda la vida, mientras que otros se disipan con el paso de los días o los meses.

En 2023, un avance cambió la forma de entender este proceso. Un grupo de investigadores encabezado por Priya Rajasethupathy, directora del Laboratorio de Dinámica Neural y Cognición de la Universidad Rockefeller, identificó que el tálamo (una estructura situada en el centro del cerebro) desempeña un papel clave como enlace entre la memoria a corto y a largo plazo. Según sus hallazgos, esta región no solo participa en la decisión de qué recuerdos deben conservarse, sino que también transmite esa información a la corteza para estabilizarla y garantizar su persistencia.

A partir de este hallazgo surgieron nuevas preguntas sobre lo que ocurre con los recuerdos después de salir del hipocampo: cómo se clasifican, qué determina su importancia y por qué algunos se mantienen mientras otros se olvidan. Para explorar estas cuestiones, según el estudio publicado en Nature, el equipo de Rajasethupathy creó un entorno de realidad virtual en el que los ratones podían vivir experiencias controladas diseñadas para generar distintos tipos de recuerdos.

Esta tecnología permitió manipular los estímulos y la frecuencia con que los animales se exponían a ellos, logrando que algunos recuerdos se fortalecieran más que otros. Como señaló la investigadora, al variar la repetición de ciertas experiencias se consiguió que los ratones recordaran unas situaciones mejor que otras, lo que permitió analizar qué mecanismos cerebrales se relacionaban con la persistencia de la memoria.

Luego, mediante una herramienta de edición genética basada en CRISPR, manipularon genes específicos en el tálamo y en la corteza para observar cómo influían en la duración de los recuerdos. Así identificaron tres reguladores genéticos fundamentales para el desarrollo de la memoria a largo plazo: Camta1 y Tcf4 en el tálamo, y Ash1l en la corteza cingulada anterior, una zona del lóbulo frontal. Estas moléculas no intervienen en la creación inicial de los recuerdos, pero resultan esenciales para su mantenimiento. Como explicó Rajasethupathy, si estos “temporizadores” no se activan adecuadamente, los recuerdos se desvanecen con rapidez.

Los recuerdos de por vida se forma en varios pasos

El modelo propuesto sugiere que, una vez formada la memoria básica en el hipocampo, Camta1 contribuye a asegurar su persistencia temprana; posteriormente, Tcf4 fortalece la estructura celular que permite conservarla; finalmente, Ash1l activa programas de remodelación de la cromatina que refuerzan la estabilidad del recuerdo a largo plazo.

Ash1l forma parte de una familia de enzimas conocidas como histonas metiltransferasas, que también participan en otros tipos de memoria biológica, como la inmunológica y la relacionada con el desarrollo. En el sistema inmune, por ejemplo, estas moléculas permiten recordar infecciones previas; durante el desarrollo embrionario, ayudan a que las células mantengan su identidad una vez que se convierten en neuronas o músculos. Según Rajasethupathy, el cerebro podría estar reutilizando estos mecanismos universales de memoria celular para sostener la memoria cognitiva.

Los autores del estudio señalan que estos descubrimientos podrían ampliar la comprensión de los trastornos relacionados con la memoria y abrir caminos hacia nuevos tratamientos. Al identificar los programas genéticos que permiten mantener los recuerdos, sería posible dirigir la información hacia circuitos alternativos y evitar las áreas afectadas en enfermedades como el Alzheimer. En palabras de la investigadora, si se entienden las segundas y terceras fases cruciales de la consolidación de la memoria, podría evitarse la región inicial dañada y permitir que zonas sanas del cerebro asuman la función.

El equipo destaca que su interés principal es comprender la vida de un recuerdo más allá de su formación inicial en el hipocampo. Consideran que el tálamo y sus canales de comunicación paralelos con la corteza cerebral desempeñan un papel central en este proceso, lo que abre nuevas perspectivas para entender cómo el cerebro selecciona y preserva las experiencias que nos acompañan a lo largo del tiempo.

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Esta información pertenece a su autor original y fue recopilada del sitio https://es.wired.com/articulos/la-ciencia-revela-por-que-algunos-recuerdos-se-olvidan-en-dias-y-otros-duran-toda-la-vida

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