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La Vía Láctea tiene dos tipos de estrellas, aunque nadie sabe exactamente por qué; este modelo propone una explicación

Una de las grandes peculiaridades de la Vía Láctea, la galaxia donde habita la Tierra, es que alberga dos clases de estrellas químicamente diferentes. Algunas concentran oxígeno, magnesio, calcio y titanio; otras muestran abundancia de hierro y metales diversos. Las primeras pertenecen a poblaciones muy antiguas, mientras que las segundas suelen ser más jóvenes.

El Sol, por ejemplo, se formó con riqueza metálica y “solo” tiene 4,500 millones de años, mientras que las estrellas de Omega Centauri, visibles a simple vista y de baja metalicidad, alcanzan aproximadamente 11,000 millones de años.

Los astrónomos interpretan esta dualidad estelar como evidencia de al menos dos “recetas” para fabricar estrellas. También han observaron que solo la Vía Láctea presenta una división tan marcada: las estrellas pobres en metales se concentran en los extremos de la galaxia, mientras que las jóvenes y ricas en metales se distribuyen en los brazos espirales. Para contextualizar, en la galaxia más cercana, Andrómeda, la composición química de los astros es más homogénea y gradual.


Un vistazo inédito a la Vía Láctea: astrónomos revelan la imagen de radio de baja frecuencia más detallada hasta ahora del plano galáctico. Ahora es más fácil distinguir entre supernovas y nuevas formaciones estelares.


La dualidad de la Vía Láctea es más compleja de lo que parece

Los datos muestran que la Vía Láctea siguió una evolución cósmica difícil de replicar. Por supuesto, la gran pregunta que intentan responder los científicos es “¿por qué?”. Uno de los modelos más aceptados propone que múltiples colisiones con galaxias enanas explican la dualidad. Hace unos 10,000 millones de años, la galaxia Gaia-Encélado (o “salchicha de Gaia”) impactó contra la Vía Láctea primigenia, aportó nuevos componentes, enriqueció el entorno y dejó estrellas diferentes en las regiones que hoy observamos.

Sin embargo, una investigación reciente sostiene que los impactos no son necesarios para generar estrellas con composiciones químicas distintas. En cambio, plantea que los astros pueden nacer a partir del gas pobre en metales que fluye desde el medio circungaláctico, un reservorio de materia que rodea la galaxia y se extiende más allá del disco visible.

Para estudiar esta hipótesis, los investigadores simularon la evolución de 30 galaxias similares a la Vía Láctea. Algunas desarrollaron una división química marcada sin colisiones previas. Además del flujo de gas cósmico, identificaron otros factores: el reciclaje de gas enriquecido expulsado por supernovas y los periodos de intensa formación estelar seguidos de pausas.

“Este estudio demuestra que la estructura química de la Vía Láctea no es un plano universal. Las galaxias pueden seguir diferentes caminos para alcanzar resultados similares, y esa diversidad es clave para entender la evolución galáctica”, contó el autor principal del estudio, Matthew Orkney, en un comunicado oficial.

Los astrónomos esperan confirmar la hipótesis con telescopios más potentes. Una nueva generación de observaciones podrá adentrarse con más detalle a galaxias más lejanas y estudiar la composición de las estrellas. “Este estudio predice que otras galaxias deberían mostrar una diversidad de secuencias químicas. En última instancia, estas observaciones también nos ayudarán a refinar el camino evolutivo de nuestra propia Vía Láctea”, concluyó Chervin Laporte, coautor de la investigación publicada en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.

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