Cómo un CEO cayó en un robo de bitcoin digno de una película de espías

Mientras Kent Halliburton estaba en un baño del Hotel Rosewood del centro de Ámsterdam, a miles de kilómetros de casa, pasando los dedos por un sobre lleno de billetes de 10,000 euros, empezó a preguntarse en qué se había metido.
Halliburton es cofundador y director ejecutivo de Sazmining, una empresa que opera hardware de minería de bitcoin en nombre de sus clientes, un modelo conocido como ‘mining-as-a-service’ (minería como servicio). Halliburton tiene su sede en Perú, pero Sazmining opera el hardware de minería desde centros de datos de terceros en Noruega, Paraguay, Etiopía y Estados Unidos.
Según relata Halliburton, el día anterior, 5 de agosto, viajó a Ámsterdam para reunirse con Even y Maxim, dos representantes de una acaudalada familia de Mónaco. La oficina de gestión patrimonial familiar se había ofrecido a comprar cientos de equipos de minería de bitcoin a Sazmining, por un valor aproximado de 4 millones de dólares, que la empresa instalaría en una planta en construcción en Etiopía. Antes de cerrar el trato, la oficina de gestión patrimonial familiar solicitó reunirse personalmente con Halliburton.
Cuando Halliburton llegó al Hotel Rosewood, encontró a Even y Maxim sentados en un reservado. Le parecieron unos vividores, sobre todo Maxim, que vestía un traje de tres piezas color canela y tenía un aspecto muy cuidado, con la raya en medio en el pelo largo y oscuro. Un Rolex sobresalía del puño de su manga.
Durante un almuerzo de tres platos, ceviche con huevas, lubina chilena y pastel de cerezas, discutieron los detalles del acuerdo e intercambiaron anécdotas sobre sus respectivas trayectorias. Even se mostró locuaz y bromista, contando historias de fiestas fastuosas en Marrakech, Marruecos. Maxim, en cambio, se mantuvo distante; la mayor parte del tiempo miraba fijamente a Halliburton, sosteniendo su mirada durante largos ratos, como si lo estuviera evaluando.
Como ejercicio para fortalecer la relación, Even le propuso a Halliburton que vendiera a la oficina familiar unos 3,000 dólares en bitcoins. Halliburton se mostró desconfiado al principio, pero lo atribuyó a un peculiar ritual de citas. Uno de los hombres le deslizó a Halliburton el sobre lleno de dinero y le dijo que fuera al baño, donde podría contar la cantidad en privado. «Parecía algo sacado de una película de James Bond. Me pareció todo muy exótico», recuerda Halliburton.
El ejecutivo se marchó en taxi, algo desconcertado por el encuentro, pero con la esperanza de cerrar el trato con la oficina familiar. Para Sazmining, una pequeña empresa con unos 15 empleados, prometía ser un punto de inflexión.
Menos de dos semanas después, Halliburton había perdido más de 200,000 dólares en bitcoins a manos de Even y Maxim. Desconocía si Sazmining podría sobrevivir al golpe, y cómo los estafadores habían logrado engañarlo.
«La estafa más justificada»
Inmediatamente después de su almuerzo con Even y Maxim, Halliburton voló a Letonia para asistir a una conferencia sobre bitcoin. Desde allí, viajó a Etiopía para comprobar los trabajos de construcción en las instalaciones del centro de datos.
Mientras Halliburton estaba en Etiopía, recibió un mensaje de WhatsApp de Even, que quería seguir adelante con el acuerdo con una condición: que Sazmining vendiera a la oficina familiar una mayor cantidad de bitcoin como parte de la transacción, después de la pequeña compra inicial en el Hotel Rosewood. Llegaron a un acuerdo por valor de 400,000 dólares, una décima parte del valor total de la operación.
Incluso pidió a Halliburton que regresara a Ámsterdam para firmar los contratos necesarios para finalizar el trato. Halliburton, que llevaba semanas lejos de su familia, protestó. Pero Even trazó una línea en la arena: «Remotamente no funciona para mí, así no es como hago negocios», escribió en un mensaje de texto revisado por WIRED.
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